Juanra Bonet: «El humor está a la altura del paracetamol. Debería estar en todos los botiquines»

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        Cuando pidió que le apuntaran a clases de teatro en su barrio, Juanra Bonet no tenía ni idea de lo mucho que le iba a enganchar el mundo del entretenimiento. Años más tarde entonó en casa aquello de «mamá, quiero ser artista», pero a los suyos no les hizo demasiada gracia. Él no se desanimó y empezó a encadenar un trabajo con otro hasta que le ficharon para ‘Caiga quien caiga’ con 30 años. Desde entonces no ha parado. Es uno de los presentadores de más éxito de la televisión y ahora triunfa en el Teatro Amaya de Madrid con «La cena de los idiotas», dirigida por Josema Yuste, donde comparte escenario con los humoristas y actores David Fernández y Goyo Jiménez. En el plano personal, su tiempo libre se lo dedica a su hija, una pequeña con la que disfruta «haciendo payasadas». Tras el paso del también presentador Rodrigo Vázquez por nuestra sección ‘Gente con estilo’, esto es lo que nos ha contado Juanra.

        ¿Cómo te llegó este proyecto?

        Querían volver a programar la obra en Madrid con Josema como director. Realmente no sé quién decidió darme el papel, pero no me lo pensé nada cuando me llegó la propuesta. Dije un sí rotundo, tenía muchísimas ganas de hacer algo así y me siento muy feliz. Además, estamos teniendo tanto éxito que quizás nos animemos con otra temporada.

        ¿Qué es lo que más te gusta de protagonizar ‘La cena de los idiotas’?

        Que tengo la suerte de divertirme muchísimo. Actúo con amigos y tengo al público cerca, que también se lo pasa fenomenal. Es un trabajo que no resulta nada rutinario porque tienes que ir ajustando el guión en cada función, según cómo se comporta el público que ha venido a verte ese día. Tiene mucho de intuición, de complicidad con el resto de los actores, y eso me encanta.

        ¿Cómo es tener de jefe al mítico Josema Yuste?

        Pues es el director perfecto porque la ha adaptado él y la ha interpretado miles de veces. Sabe muy bien los chistes que funcionan y cómo reaccionan los espectadores.

        Llevas años arrasando en televisión. ¿Cómo te defines? ¿Actor, presentador, cómico…?

        No lo sé. A mí me encanta la comedia y entretener. Nunca voy ser neurocirujano. Pero si hay un neurocirujano que me tiene que operar, ojalá el día de antes vaya a ver una comedia, que se relaje y que se ría. El humor está a la altura del paracetamol. Debería estar en todos los botiquines.

        ¿Cómo empezó tu vocación?

        Pues fue casualidad. Estaba en séptimo de EGB y paseando por la calle me encontré con un amigo del colegio que entraba en teatro. Le dije a mi madre si podía probar y me encantó. Iba dos tardes por semana y cada vez me gustaba más. Luego, de adulto, empecé a dirigir las obras de los niños y ya no tuve más remedio que hacer un comunicado oficial en mi familia (risas).

        ¿Y cómo sentó en casa?

        Mal. Pues lo que le diré yo a mi hija si me lo dice en un futuro (risas). Que como hobby, vale. Al final usaron la carta del «te lo pagas tú». Entonces me busqué un curro de mozo de almacén, de camarero, luego estuve en el pasaje del terror en el parque de atracciones… y así me iba pagando los cursos de interpretación.

        ¿Tenías un plan B?

        Qué va. Eres joven y no lo piensas. Tampoco es que fuera a heredar algo, nada de nada, no tenía ningún colchón económico, pero a esa edad no se piensa a largo plazo ni en el futuro.

        ¿Cuál fue tu primer trabajo remunerado como actor? ¿Te acuerdas?

        Fue en un restaurante de pollos asados que se llamaba ‘Harrison Foc’, que es fuego en catalán. Un colega mío hacía de Indiana Jones para amenizar las cenas y, en un momento dado, había una pequeña coreografía de una pelea. Yo salía con un turbante y un sable, y él me pegaba un tiro y me desplomaba. Cobrábamos 2.000 pesetas y medio pollo con patatas. Salíamos cenados y nos íbamos de fiesta con el dinero. La verdad es que era un planazo.

        ¿Qué edad tenías cuando fichaste por ‘Caiga quien caiga’?

        30 años, y menos mal que tenía la inconsciencia de la juventud. Ahora veo los programas y pienso, «¿pero yo hice eso, me atreví a preguntar tal cosa?». Íbamos a saco, pero así era el programa. En aquel momento, pensábamos que no iba a durar nada en la parrilla, pero al final estuvimos mucho tiempo.

        «No suelo desconectar demasiado, pero darle vueltas al curro no me provoca sufrimiento, me gusta»

        Llevas desde entonces en televisión. ¿Cuál es tu mantra como presentador?

        Yo siempre me pongo a disposición del programa y cada vez que salgo a plató intento pensar que estoy en la función de fin de curso del colegio. ¿Sabes esa sensación tan especial? Yo lo que busco es divertirme y hacer piña con todo el equipo.

        ¿Hay algo en tu día a día que te quite el buen humor?

        Cosas muy burguesas, del primer mundo (risas). Que te llamen a la hora de la siesta, que conduzcan de manera agresiva… Lo típico.

        ¿Llevas bien el ser conocido?

        ¡Sí! Forma parte de mi trabajo, sin ser mi trabajo. La gente es muy educada, nunca me han parado para decirme algo feo. La gente que me detesta, que tiene que haber porque estoy expuesto, es lo suficientemente prudente para callarse su opinión sobre mí (risas).

        ¿Cómo desconectas del trabajo?

        No suelo desconectar demasiado, pero darle vueltas al curro no me provoca sufrimiento, me gusta. Así, como hobby, me encanta escuchar rock de los 70, jazz y música clásica. Soy el típico friki que compra vinilos y disfruta clasificándolos. También disfruto mucho yendo al parque y haciendo el payaso con mi hija.

        ¿Te sirve el humor para sobrellevar la crianza?

        Claro, es fundamental. Intento que combata el estrés con sentido del humor, que se ría, que le resbalen un poquito las cosas sin importancia. Hay que evitar los micro conflictos. Igual soy un padre horrible, ya me lo dirá ella el día de mañana.

        ¿Algún sueño por cumplir en la tele?

        Ninguno. Algo que he aprendido en estos años es no proyectar, no quiero entrar en la rueda de la insatisfacción permanente. «He conseguido esto, pero lo que de verdad me gustaría es hacer esto otro». No, yo voy sobrado: tengo trabajo, hago tele bonita y blanca, hago feliz a los espectadores… ¿qué más puedo pedir?

        Ayudante de foto: Patricia Ojea; Estilista: María Álvarez; Maquillaje y peluquería: Bruno García para Alberto Dugarte; Agradecimientos: Museo Chicote. Gran Vía, 12 (Madrid) www.grupomercadodelareina.com/museo-chicote

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