Entre las piezas que heredó de anteriores reinas y los muchos regalos que recibió durante su reinado, Isabel II reunió una gran colección de joyas que, tras su muerte, poco a poco hemos ido viendo en el resto de mujeres de la familia. Desde las tiaras más bonitas a las pendientes de gran valor sentimental, Kate Middleton, Sofía de Wessex, la princesa Ana o la reina consorte Camilla han ido luciendo y lucirán joyas emblemáticas de la corona.
Pero hay una pieza rara y especial, que destaca por encima de todas y que está destinada a terminar en el joyero de Kate Middleton: una joya de 23.578 piedras preciosas conocida como la diadema de diamantes que Jorge IV encargó a Rundell & Bridge en 1820 y que costó 8.216 libras esterlinas (algo más de 9.000 euros) y cuyo precio estimado hoy en día superaría los 900.000 euros, además del valor simbólico.
Uno de los motivos por el que es una de las coronas más reconocibles de Isabel II es que aparece en las monedas y billetes de Reino Unido y del resto de países de la Commonwealth. También ha sido la joya elegida por Isabel II en algunos de los momentos más relevantes de su reinado, pues posó con ella al inicio del mismo, en 1952, y también la ha lucido habitualmente para la apertura del Parlamento.
La corona está compuesta por una banda rodeada de perlas con cruces y los emblemas nacionales de Inglaterra, Irlanda y Escocia: rosas, tréboles y cardos. Una de las peculiaridades de esta corona es que está reservada para la reina, por lo que en las últimas siete décadas solo Isabel II la ha lucido, razón por la que solo ha sido utilizada por cuatro reinas desde el siglo XIX: la reina Victoria, la reina Alexandra, la reina María e Isabel II.
Ahora falta por ver si la reina consorte Camilla se convertirá en la quinta mujer en ceñirse esta preciada corona o si esta permanecerá en las vitrinas hasta que sea Kate Middleton, la nueva princesa de Gales, la que reine. Aunque el estilo de Camila es discreto y no suele llevar grandes joyas, también es cierto que en los últimos años ha lucido algunas de las piezas más emblemáticas que Isabel II le ha prestado.
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