Lucía Rivera confiesa que fue maltratada física y psicológicamente por sus ex parejas

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    En la vida de Lucía Rivera no todo ha sido de color de rosa. La modelo, hija biológica de Blanca Romero y adoptiva de Cayetano Rivera, se sincera como nunca antes lo había hecho en su libro ‘Nada es lo que parece’, en el que desvela algunas de las experiencias más duras de su vida: confiesa haber sido maltratada por dos de sus exparejas y también habla de los problemas que ha tenido con la comida. «Los abusos —psicológicos— que sufrí en mi primera relación acabaron siendo físicos en la segunda. Ahora que me paro a pensarlo, reconozco que fui la víctima perfecta, casi hecha a medida, una niña con muchos abusos interiorizados, los celos posesivos, los insultos y los refuerzos intermitentes», confiesa Lucía en su libro.

    «La primera vez ni siquiera la recuerdo bien, porque fueron muchas, cada vez más. Siempre lo excusaba achacándolo a que estaba drogado y entendí que esa era una manera ‘normal’ de relacionarse, que yo sería capaz de hacerle cambiar, que la culpable era yo… Pero las peleas aumentaban de mes en mes, ya no solo con él, sino con todo mi entorno. Sus infidelidades, que no fueron pocas, consiguieron hacerme cada vez más pequeña y me llenaban de ira», relata la modelo en las páginas de ‘Nada es lo que parece’ COMPRAR.

    Lucía reconoce que «en este libro he vaciado una mochila que pesaba toneladas». La influencer revela los duros capítulos que vivió en esta tormentosa relación. «Siempre defendí a Aitor -su ex pareja- a capa y espada. No sé por qué, pero aseguro que sentía verdadera admiración por él. Rompió muebles, platos, tiró puertas, ventanas, me rompió ropa y todo lo que tuviera enfrente de sus ojos. Y, desde luego, me rompió a mí. Sí, él sabía muy bien cómo, dónde y con qué intensidad golpear. Recuerdo sus ojos, fuera de sus órbitas, ensangrentados con rabia, y el ceño fruncido mirándome fijamente mientras exclamaba todo tipo de amenazas y me agarraba el cuello contra la pared. Sentía una especie de muerte dentro de mí, tenía moratones hasta en las orejas, y no, nunca se me pasó por la cabeza tomar medidas legales», desvela en el libro.

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    «Es jodidamente complicado recuperarte. Pero solamente salir de ahí te devuelve la vida que el maltratador te ha robado. Es como abrir por fin un baúl en el que estabas encerrada a cal y canto y con alguien encima que hacía resistencia. Es salir dando una patada fuerte y cogiendo todo el aire que te faltaba», sentencia.

    Lucía Rivera y sus problemas con la comida

    La modelo ha hablado en varias ocasiones sobre sus problemas de salud mental y la ansiedad que sufre desde su infancia. En su libro también se sincera sobre sus problemas con la comida. «Desde pequeña sufrí un complejo horrible por mi cuerpo. En especial tenía una lucha con mis piernas y me ponía doble leotardo cuando tenía que llevar uniforme. Las chicas nos subíamos la falda hasta el ras del culo para notar la mirada cobarde de los chicos al pasar. También me ponía un pantalón encima de otro para ‘engañar’ y fingir más culo. Me obligaba a comer para engordar un poco, tener curvas y sentirme sexy como las demás niñas, porque mi delgadez era un objeto de burla, sobre todo en la pubertad», reconoce la modelo.

    Lucía vivió un gran varapalo profesional en sus comienzos, cuando algunas marcas no quisieron contar con ella por su delgadez. Fue entonces cuando su abuela la acompañó al endocrino y descubrieron que la modelo tenía los niveles de TSH -prueba que se hace para ver el funcionamiento de la tiroides- en 92,6 cuando el parámetro no debe superar el 6. El especialista le recetó un tratamiento que debía acompañar de buena alimentación.

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