La voz de Carminho, la cantante portuguesa que ha renovado el fado portugués, inunda los frondosos jardines de la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa. Una primera modelo irrumpe en escena, atravesando las placas de hormigón, algunas improvisadas para la ocasión, que dibujan el recorrido de la pasarela del desfile de Max Mara. Esta es la localización elegida por la casa italiana para celebrar su colección Crucero 2023, itinerante desde hace algunos años por todo el globo. En 2019 fue en Berlín, en 2020 tendría que haber sido en San Petesburgo, y el año pasado fue e la isla italiana de Ischia el lugar elegido para inspirar y retomar el sentimiento vacacional después del periodo de pandemia. «El reto de los desfiles de las colecciones Resort es encontrar lugares donde poder contar historias que remarquen los valores de la marca. Cuando pienso en localizaciones, siempre intento que provoquen una cierta sensación ensoñadora, y Lisboa se antojaba casi obvia en este sentido: aquí hay historia, cultura, arquitectura, arte moderno y mucha gente joven creativa», concede Ian Griffiths, director creativo de la firma, a Harper’s Bazaar la tarde antes del desfile.
Esta es la primera vez que la ciudad portuguesa acoge un desfile internacional de esta categoría, algo con lo que Griffiths se muestra entusiasmado, quien viajó por primera vez a esta ciudad al empezar a trabajar en la colección. “Vinimos 3 ó 4 días a localizar y me enamoré por completo. Pensé que tenía esas asociaciones románticas y poéticas que esperaba encontrar. Me encandilaron el fado, la poesía, la pasión. El saudade, por supuesto, ese sentimiento de nostalgia que lo baña todo aquí. Quería expresar esa cierta oscuridad sofisticada”, confiesa. Para ello, se inspiró en una de las mujeres más fascinantes del Portugal del siglo pasado, la poeta, activista social y feminista Natália Correia, a la que descubrió en un cuadro del artista Nikias Skapinakis expuesto en el Museo Gulbenkian. “¡Correia pertenece sin duda al panteón de Max Mara!”, apunta refiriéndose al moodboard que tiene en su oficina, repleto de mujeres inspiradoras. Y David Bowie, claro, su gran ídolo. Es en esa fortaleza arrolladora de Correia, en la sensualidad sofisticada de sus poemas de amor y en el vestuario que muestran imágenes de la época, en lo que se inspiran las siluetas de esta colección, con faldas lápiz que revelan plisados con movimiento en su bajo o amplios vestidos de tafeta. La paleta cromática, entre verdes, azulones, negro y calderas, toma los colores de la pintura de Skapinakis.
La poesía, tan fuerte en la cultura portuguesa, también está presente de una manera gráfica, estampada en frases sobre faldas; y la artesanía local brilla en los bordados naíf de pájaros y flores de sus camisetas, inspirados por la tradición de los lenços de namorados, pequeños pañuelos bordados a mano entre los s. XIX y XX por mujeres en edad casadera, con palabras para sus enamorados. Lo tiraban al suelo al pasar por su lado y, si este lo recogía, significaba que su amor era correspondido. Una de las piezas estrella fueron las faldas midi con cintura fruncida que beben del traje regional portugués y, por supuesto, los códigos icónicos de Max Mara como la sastrería o sus célebres abrigos envolventes. Sobre la pasarela, un abanico diverso de modelos como Jill Kortleve, Barbara Valente, las españolas Miriam Sánchez, Marina Pérez o África García, y hasta la cantante Carminho, desfilando por primera vez al ritmo de sus canciones…
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