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En un bar de una base militar de la costa de California, que se parece mucho al bar de Top Gun, The Loyal hace una versión de «Sweet Caroline», liderada por la carismática cantante Cassie Salazar (Carson). Entonces el jefe tira del enchufe, porque toda la banda trabaja allí y hay que servir bebidas, un montón a una cuadrilla de marines imbéciles, pero ninguna a Luke (Galitzine). Sólo una Coca-Cola para él, por favor. Hay algo de sexismo y a Cassie no le gusta. Luke intenta suavizarlo, pero él está más a la derecha del espectro ideológico, y definitivamente se siente atraído por ella, lo que no ayuda. Intercambian bromas mordaces. Esto parece el comienzo de un montaje de clichés muy bonito.
Cassie sale hacia su coche y aparta los sobres que dicen AVISO FINAL y el equipo de Doordash de su cuarto trabajo para llegar a su insulina. Ya casi no le queda. Va a la farmacia y le dan el típico rollo de que el seguro no cubre la medicina que necesita para no morir, pero que puede pagar 500 dólares por ella, un escenario que no encaja nada bien con esos sobres de AVISO FINAL. Mientras tanto, Luke sale a correr cuando un cretino sudoroso en un camión intenta atropellarlo. Luke le debe 15.000 dólares al tipo, que provienen de la época en la que Luke era drogadicto y se distanció de su padre marino. Luke se alistó para estar sobrio y ahora está a punto de ir a Irak.
Por una parte, Cassie y Luke vuelven a encontrarse en compañía del otro, y por otra, deciden casarse. Has oído bien. Casarse. Porque el gobierno de este país premia a los buenos heterosexuales felices con beneficios moderadamente generosos: Dinero extra para que él pueda pagar sus deudas, y un seguro médico para que ella se ponga la insulina. Estas dos personas desesperadas se juran el dedo meñique sobre el trato y acuerdan tolerarse mutuamente mientras pasan por una ceremonia de milisegundos antes de que él sea desplegado. Hay un momento incómodo en el que ellos, y nosotros, nos preocupamos de que la farsa sea obvia y ambos acaben en la cárcel, porque los oficiales militares pueden utilizar toda su experiencia en sinergia interpersonal para determinar cuándo no hay amor verdadero en un matrimonio.
Con su frágil castillo de naipes montado, Luke se va al extranjero y Cassie recibe todo el equipo que necesita para controlar su diabetes. Parte del trato es que tienen que enviarse mensajes de texto, correos electrónicos y videochats para oxigenar la treta. Y, como no podía ser de otra manera, llegan a conocerse y quizás empiezan a preocuparse por los sentimientos del otro, especialmente cuando las misiones de Luke se vuelven peligrosas. La situación inspira a Cassie a escribir canciones, y antes de darse cuenta The Loyal son virales y tocan en clubes llenos. Así que ella tiene éxito mientras él se desangra, y una situación complicada se vuelve, eh, más complicada.
‘Corazones malheridos’: crítica de la película
Dado que se basa en una premisa desvencijada a la que se le pueden hacer agujeros con una mirada de reojo, la presión recae sobre la pareja principal para generar una reacción química emotiva-hormonal suficiente para convencernos de que nos importe. Pero, ay, digo yo. Ay. Galitzine es un pez un poco tieso, y Carson no es lo suficientemente apasionada como cantante para justificar las demasiadas actuaciones musicales que detienen la película en seco.
Algunos tramos de Corazones malheridos ofrecen un melodrama observable, aunque ninguno de ellos ofrece un ritmo inesperado de la historia o una comedia seria. La película saca a relucir a un simpático golden retriever para animar un par de momentos, pero por lo demás, los inevitables intercambios de vulnerabilidad -uno de ellos predicado por el título de la película, el otro por el estado de salud de Cassie- están fuertemente concebidos para acercar a los dos protagonistas. Esto sucede a pesar de la brecha ideológica que los separa, Nada puede unir dos lados de un gran abismo como el amor verdadero.
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