Cuando Patricia visitó el estudio de Tamara [Vázquez, diseñadora de la firma Romancera], le pasó unas cuantas referencias que había ido recopilando en Pinterest a modo de inspiración para crear su vestido nupcial. Ninguno de esos diseños era de novia. «Le pedí que fuera un vestido cómodo porque para mí era muy importante disfrutar el día de la boda y que tuviera un toque angelical. Ella fue la que me propuso ir con los hombros al descubierto, algo que yo jamás me hubiera planteado», explica la novia a Harper’s Bazaar.
El diseño mezcla distintas telas y texturas aportando un movimiento que se potenciaba aún más al andar. «La parte de arriba tiene muchos detalles, tanto en las mangas como en el escote, donde pusimos flores de tela hechas a mano por Isabella, del equipo de Romancera», detalla Patricia. Para ella la delicadeza y dedicación de esta firma nupcial fue decisiva a la hora de confiarle su vestido. «En cuanto vi el primer boceto sentí que Tamara iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para que mostrara lo mejor de mí».
El original escote de su vestido fue uno de los grandes protagonistas de su look cuando el pasado 2 de julio dio el ‘sí, quiero’ a su ya marido, Iñaki, en la Parroquia San Ignacio de Loyola en Getxo (Vizcaya). Pero no el único. Patricia rompió algunos de los estereotipos asociados al look nupcial en su sentido más clásico apostando por melena suelta –no siempre frecuente en las novias, más si, como ella, van veladas– y zapatos planos.
«Opté por zapato plano porque yo no suelo llevar mucho tacón. Le di muchas vueltas, miré muchos tipos y al final decidí que iba a disfrutar más del día y me iba a sentir más yo con unas bailarinas», cuenta la novia. Las elegidas fueron un modelo joya de la firma española Pretty Ballerinas que encontró dando un paseo con su madre por Madrid.
Respecto al look de belleza, a cargo de la maquilladora y peluquera Alba Herrera, la novia destaca que quería una mezcla entre un resultado natural y un toque de fantasía. «El día de la prueba hicimos un look que no tenía nada que ver con lo que acabó siendo el día de la boda. En la prueba decidí que quería llevar el pelo suelto y utilizar tonos dorados que dieran luz a la cara. Semanas antes utilicé las ampollas de Cantabria Labs que me dejaron la piel súper hidratada», confiesa Patricia. Sobre su melena ondulada, la novia lució un velo confeccionado por Romancera que se quitó justo antes de entrar al banquete, que tuvo lugar en el Palacio San Joseren.
Como joyas, Patricia llevó su anillo de pedida, que eligió su marido Iñaki con ayuda de su hermana Paula en la madrileña Joyería Pérez, y pendientes a juego, regalo de su suegro el día de la pedida. En el ramo, elaborado por Marina Aguirre, que también se encargó de los centros de mesa y decoración del Palacio San Joseren, no faltaron las rosas inglesas. «Eran las favoritas de mi abuela y son las de mi madre, así que para mí eran imprescindibles en el ramo», apunta.
Patricia e Iñaki se conocieron en la universidad y desde entonces no han separado sus caminos. «Iñaki tiene una manera de vivir y de disfrutar de cada momento, de la familia y de los amigos, que es excepcional», asegura la novia. «El día de nuestra boda decidimos sentarnos en la mesa presidencial con nuestros mejores amigos, entre ellos el sacerdote que nos casó. Ellos son los que siempre nos han acompañado desde que empezamos a salir juntos y son un ejemplo a seguir. Compartir ese momento con ellos y sentirlos tan cerca ese día fue un regalo».
Junto a ellos disfrutó del gran día sin preocuparse por el dolor de unos tacones o de un vestido incómodo. «No me senté en ningún momento y bailé hasta el final. Creo que lo más importante es celebrar haber dado un paso tan importante al lado de la persona que más feliz te hace», opina. Ese es precisamente su consejo para otras futuras novias: «Que disfruten al máximo porque no se repite y después de un año de tanto trabajo merece la pena quitarse de encima toda la presión por los preparativos».
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