Desde que era niña, el castillo de Balmoral fue el lugar de vacaciones de la reina Isabel II. Ubicado dentro del Parque Nacional Cairngorms, a orillas del río Dee, era su residencia favorita, ya que podía disfrutar de la belleza de sus espacios verdes alejada del ojo público. El castillo de Balmoral le permitía llevar una vida familiar más normal. Según se cuenta, el Príncipe Felipe era el responsable de manejar la barbacoa, mientras que la Reina se ponía guantes de goma y lavaba los platos, antes de jugar a juegos de salón después de cenar.
Como de costumbre, este año también viajó a Balmoral. Llegó el 21 de julio y, aunque volvió al Palacio de Buckingham para recibir a la nueva Primera Ministra, Liz Truss, el pasado martes, su deterioro de salud la llevó de nuevo a regresar a su residencia de verano, antes de fallecer a los 96 años de edad el pasado 8 de septiembre.
Históricamente, Balmoral ha sido escenario de muchos momentos reales trascendentales, tan tristes como alegres. La reina Isabel II y el príncipe Felipe pasaron allí su luna de miel en 1947, un joven príncipe Carlos llevó a Diana Spencer allí en 1980 (antes de casarse y pasar su luna de miel en el pabellón de caza del castillo) y, se dice, que fue el lugar de la fiesta del 32 cumpleaños del Príncipe Harry. También fue donde los príncipes William y Harry se enteraron de la trágica muerte de su madre, Diana, en 1997.
La propiedad de 50 mil hectáreas, que data de 1390, fue comprada por el Príncipe Alberto como un regalo para su esposa, la Reina Victoria, después de que ella se enamorara de las Highlands en un viaje en el otoño de 1842. La pareja construyó el castillo en 1856 para dar cobijo a su familia, que no dejaba de crecer. Después de la muerte de Alberto en 1861, se convirtió en el santuario de la reina Victoria, lo que se puede apreciar en medio de sus extensos jardines, donde se encuentra una estatua del perro de la esta reina, llamado Noble.
Cuando la reina Isabel y el príncipe Felipe se hicieron cargo de la propiedad, Felipe creó una gran huerta junto al jardín de flores de la reina María. Hoy en día, hay 150 casas en toda la geografía de los extensos terrenos, incluido Birkhall, donde el rey Carlos pasó su luna de miel con la reina consorte Camilla en 2005 (de hecho, se rumorea que el duque y la duquesa de Cambridge también tienen su propio escondite allí).
Mientras que el Castillo de Windsor y el Palacio de Buckingham son propiedad de Crown Estate, Balmoral es propiedad privada de la Familia Real. Como tal, solo un pequeño número de personas ha conocido el castillo por completo, aunque se aceptan visitas en el interior del salón de baile de la casa. Sin embargo, a través de fotografías compartidas por la familia y representaciones en películas y programas de televisión como The Crown, se sabe que los interiores cuentan con una decoración exquisita en la que prima el tartán verde tradicional, las chimeneas de mármol y los sillones acogedores con faldas plisadas. Sin embargo, el verdadero atractivo de Balmoral para la realeza es la naturaleza que lo rodea: montañas, bosques, lagos y valles por los que deambulan libremente diferentes animales, como ciervos salvajes, ponis, urogallos o animales del ganado de las Highlands.
La reina Isabel II amaba tanto el área que el año pasado decidió llamar a su perro, uno de sus corgis, Muick, en homenaje a los cercanos Coyles de Muick. Para la monarca Balmoral era un lugar en el que podía relajarse, caminar por las colinas con sus perros a cuestas y atravesar los terrenos a caballo, actividad que no dejó de hacer hasta cumplir los noventa años. “Creo que granny es la más feliz allí”, dijo una vez la princesa Eugenia sobre Balmoral. “Creo que ella realmente ama las Highlands”.
Vía: Harper’s BAZAAR UK
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