‘El juego de mi destino’, resumen de los últimos capítulos (37-41): El peso de la verdad

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        La semana pasada en El juego de mi destino, Cemal se desahogó con Mahir y le reveló partes de su dura infancia. En los capítulos 37 al 41 de esta semana de El juego de mi destino, Helin aceptó la petición de Cemal y renunció al puesto de trabajo que le ofrecían en España. La mujer ignora que el verdadero motivo por el que su marido no quiere marcharse de Turquía es porque no desea separarse de sus hijos y, tampoco, de su exmujer.

        Aún triste por la decisión que acababa de tomar, Helin entró en la cocina y se sirvió una copa de licor. Asiye llegó minutos después y ambas se pusieron a conversar sobre sus respectivas familias. El tiempo pasó y Helin, algo ebria por el alcohol, terminó confesándole a su, supuesta, cuñada, que se vio obligada a mentirle a Cemal en el pasado para que no la abandonara.

        Asiye, sorprendida, ante tal revelación, le pidió saber un poco más obre ese engaño que decía haber cometido. «Le dije a Cemal que estaba esperando un hijo suyo y así evité que me dejara. Tuve la suerte de que al poco sí me quedé embarazada de verdad de Ahmet y no descubrió la verdad», confesó Helin. Asiye, ahora entendía el motivo por el que su exesposo la abandonó a ella y a sus hijos. Todo empezaba a cobrar sentido.

        Las mentiras empiezan a costarle caro a Mahir

        La conversación se vio interrumpida por Cemal, quien apareció buscando a Helin. Al verla bastante bebida, decidió llevarla a su habitación. Por su parte, Asiye se marchó corriendo a su cuarto. Un montón de imágenes y recuerdos se agolparon en su mente. Y comenzó a pensar que, quizá, su marido había sido solo una víctima más de los embustes de Helin y el resto de la familia Demirhan.

        Sus pensamientos se cortaron de golpe cuando Mahir entró en la habitación. El hombre le contó que, durante su salida nocturna, conoció a una mujer llamada Zuhal. Le cayó bien, pero ella pronto se abrumó cuando empezó a hablarle de sus “hijos”. «Ni siquiera me di cuenta que acaparé la conversación ensalzando las virtudes de Ugur», dijo el hombre. Fingir tener una familia estaba empezando a pasarle factura.



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