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Beatriz Rico lleva media vida en el mundo del espectáculo, pero aterriza en nuestra sesión de fotos con una ilusión y actitud que evidencia que le sigue apasionando su trabajo. Beatriz Rico ha hecho de todo –cine, teatro, televisión, conciertos…– y ahora lanza su segunda novela: ‘Tú quédate conmigo… Yo me encargo de que merezca la pena’ (Harper Collins), un texto sarcástico y conmovedor donde tira de autobiografía para contar cómo se vive en el mundo de la farándula.
¿Cuánto hay de ti en esta novela?
Hay mucho, porque he escrito de lo que conozco y he querido mostrar esa otra parte del espectáculo, que tiene también bastante de cutre y de divertido.
¿Te gustaba escribir desde pequeña?
¡Sí! Yo en clase de lengua era la persona más feliz del mundo. Sin embargo, cuando llegaban las mates, sólo quería tener gastroenteritis para que mis padres me vinieran a buscar al cole. Me encanta escribir. De hecho, yo uso Instagram al contrario que todo el mundo. Uso la foto como excusa para poner el post.
Cuando empezaste a escribir la novela, ¿en quién confiaste para que se la leyera antes de publicar?
Pues tengo a tres personas de confianza, dos amigos y a mi tía María Eugenia, que es periodista. Más que corregirme, lo que hicieron fue recordarme anécdotas que me han pasado y que tenían que ir sí o sí en el libro. Como la que ya incluí en mi anterior novela, la llamada de atención que me tragué después de mi primer directo para ‘El precio justo’. Se me cayó un pendiente al suelo y no se me ocurrió otra cosa que agacharme a buscarlo y recogerlo (risas).
En el libro hablas del amor y de la maternidad de una manera muy real.
Es premeditado porque mi intención es que nos podamos reír de nuestras miserias cotidianas, ¿no? Si lo piensas, esas miserias no tienen luego demasiada importancia. Suena a tópico, pero el humor es la mejor medicina y a mí me ha servido para todo, también para decir cosas muy duras a gente con la que he tenido conflictos.
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Además de la novela, ahora estás con dos obras de teatro.
Sí, con ‘Palabras encadenadas’ y con mi monólogo ‘Antes muerta que convicta’, que lleva años funcionando. Fue Gabino Diego el que me animó. Me dijo: ‘Bea, escribe todas esas cosas que me cuentas y súbete a un escenario’. A mí me daba mucho corte, pero luego llegó la pandemia y se me quitó toda la tontería. También sigo con mi banda (Rico and Roll), y ahora estamos preparando un nuevo espectáculo, un homenaje a las grandes voces que hemos tenido en el rock en español. ¡No será por falta de trabajo! No me puedo quejar.
¿Y cómo consigues llegar a todo?
Para mí, afortunadamente, estoy de gira solo los fines de semana. Y luego tengo el resto de días para mí: para entrenar, para ensayar, escribir… Pero sí que es cansado mentalmente, sobre todo cuando la producción corre a tu cargo. Tienes que estar pendiente de todo, hasta de los carteles que se ponen para promocionar la obra. También lo disfruto muchísimo, y eso que los seis primeros meses me ponía tan nerviosa que vomitaba y me subía la fiebre antes de subirme al escenario.
¡Pero si tienes muchas tablas!
Ya, pero con la edad sientes más responsabilidad, quieres que al público le merezca la pena pagar la entrada.
En tu profesión existe un culto bestial a la imagen, ¿cómo luchas contra esa tiranía de estar perfecta?
Bueno, la verdad es que a veces lucho poco y me dejo llevar (risas). A mí la frivolidad me ha salvado la vida en varias ocasiones. Ante esos pequeños desastres cotidianos a los que todas nos enfrentamos, el querer verme guapa me ha levantado, no lo voy a negar. Es cierto que en esta profesión cumplir años penaliza si eres mujer. Está mal visto, los comentarios son muy crueles. Y luego cuando abusas del bisturí, la gente se lleva las manos a la cabeza, como con Madonna ¿Pero cómo no se lo va a hacer si la estáis volviendo loca? Yo reconozco que me gusta verme bien.
Beatriz Rico: «El deporte es mi mejor psicólogo»
Haces mucho deporte.
Sí, yo empecé por coquetería, pero ahora se ha convertido en mi mejor psicólogo. Llego al gimnasio con mis problemas y salgo sin ellos. Aunque como buena Piscis hay cosas que se me van de las manos y estoy llena de lesiones.
También he leído que trabajas de voluntaria en un hospital.
Sí, trabajo con mayores. Voy a visitar a las personas que no tienen a nadie.
Tiene que ser duro.
Te cambia la perspectiva de la vida. La mayoría necesita hablar y sólo quiere tiempo. Les das un abrazo y tiemblan, y ahí piensas: ¿hace cuánto tiempo que nadie les abraza?
Eres muy activa en redes sociales.
Siempre la lío… (risas).
¿Te da quebraderos de cabeza?
Sí, pero es que me hierve la sangre y no lo puedo evitar. Pero no me arrepiento, lo escribo de un modo visceral sin pensar en si me va a perjudicar. Hay compañeros que no se mojan, y es muy loable, pero yo creo que existe una responsabilidad porque tenemos un altavoz. No sólo vale para ganar dinero o mirarse el ombligo.
Te casaste en 2015 con Rubén. ¿Qué balance haces?
Muy bueno. Tenemos mucha complicidad. Yo siempre digo que para aguantarme hay que quererme mucho porque soy muy pesada, doy la barrila, y Rubén es súper paciente conmigo. Sabe qué resorte tiene que tocar para calmarme. Otro aspecto fundamental es que los dos somos muy caseros. Ver una peli, con la manta y nuestros gatos es siempre un planazo.
¿Crees en el amor para toda la vida?
Sí, porque lo he visto. Lo que no existe para toda la vida, afortunadamente, es ese amor pasional. Moriríamos de estrés.
Tienes un hijo, Marco. ¿Qué tipo de madre crees que eres?
Soy la típica madre pesada que intenta disimular para no parecerlo. Ahora él está estudiando en Dublín el último curso de la Universidad y lo echo muchísimo de menos. No estoy encima de él todo lo que yo quisiera, aunque como sabe que yo estoy preocupada, me escribe mucho eso de ‘mamá, estoy bien’. Tengo que dejarle vivir y ser libre aunque lo esté pasando mal.
¿Cómo os lleváis ahora que podéis hablar de tú a tú?
Es muy introvertido, no es de los que cuentan sus sentimientos. Es muy sereno y me ha dado muchas lecciones. Disgustos ni de adolescente. Es muy centrado, no como era yo. Cuando era pequeño venía conmigo de gira y le llamaban ‘El pequeño Buda’. Es muy rico y cariñoso.
Texto: María Larrocha. Fotos: Guillermo Jiméne. Ayudante de fotografía: Idoia Vitas. Estilista: María Álvarez. Maquillaje y peluquería: Marian Mingo y Vanesa Narváez Palacios para Alberto Dugarte. Agradecimientos: Hotel The Principal. C/ Marqués de Valdeiglesias, 1. Madrid.
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