El ritmo de trabajo, tus relaciones con otras personas, la organización de tu casa, tu alimentación, tu estilo de vida… Las causas de la ansiedad son tantas que en numerosas ocasiones determinar cuál es exactamente la que está alterando tu bienestar resulta complicado. Las personas que a veces no llegan a determinar cuál es el principal factor que les genera esta ansiedad son cada vez más y, en estos momentos de incertidumbre tendemos a relacionar nuestros síntomas con la situación actual de pandemia en las que nos encontramos. Y aunque puede que tenga que ver, también es posible que no sea la principal causa.
Si tienes un trabajo estable, ¿por qué sientes que no? Si todo tu entorno sigue preocupándose por ti, ¿por qué te sientes solo? Si económicamente puedes permitirte vivir, no sobrevivir, ¿por qué estás tan inseguro? La respuesta es fácil, pero no obvia: son tus pensamientos lo que te están haciendo daño. Es decir, eres tú mismo el que se está haciendo daño.
Los pensamientos nos acompañan todos los día de nuestra vida y en todos los momentos, incluso en nuestros sueños. Y aunque vemos normal sentirnos abrumados en determinadas ocasiones, lo cierto es que podemos ser nosotros mismos los que estemos provocando este sentimiento. Ni fomentamos los pensamientos buenos, ni sabemos gestionar los malos. Y esto desemboca, por supuesto, en una ansiedad generalizada difícil de enfocar.
¿Eres capaz de no juzgarte tras tomar una decisión? ¿Te cuesta escoger y reaccionar ante determinadas circunstancias? ¿Te sientes mal con cada elección? ¿Te persiguen tus pensamientos constantemente y no puedes dejar la mente en blanco? No te preocupes, que esto te pase es mucho más común de lo que te imaginas, pero debes poner solución.
Tienes que pararte un segundo, esta vez sí, a pensar si es tu entorno o eres tú el que está provocando este malestar. Identificar el problema y, luego, gestionarlo. Puedes acudir a terapia o a un profesional que te dé las claves que necesitas y así comenzar a controlarlos y ganar en seguridad y confianza.
Tómate un respiro, descansa y medita. Intenta tomar distancia y piensa en qué le dirías a una persona que está siento sometida a la negatividad de sus propios pensamientos. Ahora, aplícatelo a ti y cuida tu salud mental.
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