En ocasiones, la cantidad de vitamina D que recibimos no es suficiente. Más allá de los alimentos que se recomiendan ingerir para mantener el estado de esta vitamina en nuestro cuerpo, la radiación solar se antoja como una de las claves más necesarias a la hora de aumentar sus niveles. Tener un grado satisfactorio de vitamina D es fundamental para prevenir dolores en los huesos y en los músculos que pueden derivar en enfermedades mayores. Incluso, hay médicos que han llegado a relacionarla con el funcionamiento del cerebro, del sistema inmunitario y de la piel.
Los expertos recomiendan tomar el sol un mínimo de tres veces por semana en una duración de, mínimo, diez minutos. Dependiendo del tipo de piel, además, como media se aconseja exponerse entre 15 y 60 minutos. Cuanto más morena sea la piel, mayor tiempo requiere.
Junto al tiempo de exposición solar que se necesita, otro de los factores que condicionan la cantidad de vitamina D que llega a nuestro cuerpo es el protector solar.
Si bien este producto se emplea para prevenir quemaduras y proteger a nuestra piel de los rayos UVA, también actúa como parasol y consigue frenar la cuantía de vitamina. Pero para que esto suceda, tendría que producirse un abuso y un uso excesivo de crema solar. Debería aplicarse una gran cantidad gruesa de crema en el cuerpo de muy alta protección y con una frecuencia estimada de seis cucharadas cada dos horas.
En ocasiones, es necesario consultar con el médico por si fuera necesario tomar un suplemento de vitamina D. En el mercado existen opciones como Vigantoletten, un suplemento de vitamina D3, en un innovador formato tipo stick, apto tanto para adolescentes como para adultos que va directo a la boca y no necesita agua. De sabor afrutado y además sin azúcar, es un empuje tanto para nuestras defensas, ya que la vitamina D contribuye al funcionamiento normal del sistema inmunitario, además de al funcionamiento normal de los músculos y al mantenimiento de los huesos en condiciones normales.
¡Lo quiero!
Hay dos tipos de personas, las que nunca se echan crema al tomar el sol –y están más expuestas a las quemaduras solares– y las que, por otro lado, se la aplican cada vez que salen a la calle. Ahora que ya conocemos la relación que existe entre la radiación solar y las cremas protectoras, no hay excusa para cruzar del primer grupo al segundo y comenzar a proteger la piel de los efectos nocivos del sol. Controlar el tiempo de exposición y escoger la crema adecuada a nuestra piel es esencial para protegerse futuros cánceres de piel, daños dermatológicos y del envejecimiento prematuro. Porque aunque la vitamina D sea necesaria, todo en exceso, nunca es bueno.
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