«No necesitas adelgazar antes del día de tu boda». Este es el mensaje que la modelo e influencer Bailey Peyton compartió con sus 130.000 seguidores de Instagram acompañando una imagen en la que posaba vestida de novia. Con esta declaración no solo quiso alentar a las futuras novias a abrazar sus hechuras, sino acabar de una vez por todas con el mandamiento no escrito que dice que una mujer debe verse lo más guapa posible en su gran día y que, para ello, es necesario perder unos kilos. No importa la talla que se tenga, si ya se está delgada o no, la mayoría se enfrentan a la dichosa pregunta de cuánto peso piensan perder antes del gran día.
En un momento en el que no se deja de hablar de aceptar todos los tipos de cuerpo y en el que las publicaciones femeninas han dejado de alabar las dietas milagro o las operaciones bikini que sí tenían cabida en sus contenidos hace años, la boda –o cualquier acontecimiento de similar envergadura– parece ser la excepción. Ahí estaba Kim Kardashian adelganzando siete kilos en tres semanas para caber en el vestido de Marilyn Monroe en la pasada gala Met, una realidad similar a la que se enfrentan muchas novias para que el diseño de sus sueños les valga o les «siente mejor» y que ha sido alimentada por la cultura pop. No hay más que recurrir a un clásico de las películas de esta temática, Guerra de novias, para comprobar cómo el personaje de Anne Hathaway se enfrenta a estos prejuicios: «No modificas un vestido de Vera Wang para que se adapte a ti, te modificas a ti misma para adaptarte al Vera Wang».
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«Sentí mucha presión por adelgazar antes de mi boda. En mi familia todo al mundo hablaba de las dietas que estaban haciendo para perder peso para MI día», recuerda Bailey Peyton a Harper’s Bazaar. Para ella, expresiones como ‘sweating for the wedding’ (algo así como «sudar para la boda», aunque podríamos traducirlo como «operación vestido») son demasiado frecuentes –en Estados Unidos incluso se venden camisetas con el lema– y tienen un impacto negativo en la salud mental y la imagen corporal de las mujeres. «Esperar que bajemos de peso para un solo evento en lugar de animarnos a ser nosotras mismas nos quita la oportunidad de ser felices en nuestra propia piel», opina la modelo.
Sin embargo, el empeño en adelgazar para una fecha tan señalada sigue siendo una realidad perceptible en los probadores de las tiendas de novia. Incluso cuando el vestido se hace a medida, opción que debería acabar con el problema de no encontrar talla (la escasez de tallaje es un factor que daría para otro artículo y que incide en fomentar la necesidad de perder peso), muchas chicas se empeñan en perder peso prueba tras prueba. Bien lo sabe la diseñadora Laura Viera, que en su taller madrileño confecciona los diseños de algunas de las novias más modernas y minimalistas del panorama. «A pesar de todo el movimiento de inclusión, es una realidad que la gente se quiere ver más delgada de cara a un evento importante. Y creo que cada vez ocurre más por el tema de las fotos y las redes sociales. Como estamos tan expuestos, queremos que la foto de ese evento, que va a estar por todas partes, sea con una imagen nuestra súper ‘mejorada», explica. Y lo ilustra con un ejemplo: «Hace poco tuve una clienta que adelgazó tanto que tuvimos que hacerle otro vestido».
Otra diseñadora especializada que prefiere mantenerse en el anonimato corrobora esta realidad. «Algunas empiezan a ir tanto al gimnasio para preparar su cuerpo de cara al gran día que, hace poco, tuvimos el caso de una chica que musculó tanto que las mangas casi le estallan y hemos tenido que repetirlas porque eran bastante pegadas y no había manera de que pudiera doblar los brazos», apunta. Y aquellas que se resisten a pasar por el aro de las dietas y el machaque en el gimnasio, como Lena Dunham, reciben el odio de las redes sociales criticando su físico o cómo le sienta el look nupcial.
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El síndrome del desfile de moda
Júlia Pascual, psicóloga sanitaria y estratégica al frente del centro Júlia Pascual, donde tratan entre otras afecciones, aquellas relacionadas con la psiconutrición, explica que la obsesión por perder peso para un evento se asienta sobre la creencia social, potenciada por la industria de la moda, de que a una mujer delgada todo le sienta bien. «Dado que la novia va a tener que caminar por el pasillo ante la mirada de todos los invitados, visualiza ese momento como si fuera un desfile de moda. Teniendo en cuenta que incluso actualmente la mayoría de las modelos son delgadas, las novias sienten que deben serlo o, al menos, intentarlo».
Para la experta, la sociedad sigue atribuyendo significados de éxito –con las parejas o a nivel profesional, por ejemplo– a las mujeres delgadas, mientras que a aquellas que tienen una talla grande quedan asociadas con conceptos como «ser fea, tener hábitos insanos, una autoestima baja o ser una fracasada». En muchas ocasiones, intentar perder peso de cara al gran día o someterse a tratamientos estéticos para verse más guapa –desde las operaciones a la mesoterapia o el bótox– responden a una misma razón: calmar la ansiedad social y el miedo a sentirse juzgada o rechazada. «En la consulta he tenido casos de chicas a las que la boda les genera ansiedad por algún motivo, por ejemplo, porque ha terminado siendo tal y como quería su suegra, y se empeñan en controlar otros aspectos como el físico porque así se sienten más seguras. Crean rituales –de belleza, por ejemplo– de cara a preparar el gran día porque eso les hace sentir que todo saldrá bien».
Si bien implementar hábitos saludables que puedan instalarse en la rutina más allá de esa fecha es positivo, el problema viene cuando adelgazar o cuidarse en exceso se convierte en una obsesión. «No es malo querer que en un acto social los demás nos vean bien o cuidar los detalles, pero lo importante es que el placer de complacer a los demás sea realmente placentero para ti y no se convierta en una tortura», termina la psicóloga.
Para Bailey Peyton, cuya experiencia personal daba comienzo a estas líneas, la clave está en aislarse del «ruido y las presiones externas» y centrarse en lo realmente importante: la persona que te estará esperando al final del pasillo. «Cuando alguien te pregunte cuántos kilos vas a perder antes del gran día, sugiero que les respondas amablemente lo siguiente: ‘Estoy feliz con mi cuerpo, es el mismo que tenía cuando mi pareja se enamoró de mí y no soporto cargar con las expectativas de adelgazar antes de ese día». Lo dice con conocimiento de causa: fueron tantos los que le preguntaron qué ejercicio o dieta seguiría antes de la boda que terminó yendo sola a probarse vestidos para no pasar por el trago de que alguien viera que no le valían. «Al final encontré mi vestido, aunque evité probarme aquellos que marcaban mis curvas. Aunque ahora desearía haberlo hecho, me encanta mi vestido y no tener que haber adelgazado para llevarlo».
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