La fascinante historia de la madre de Paloma Cuevas, la bella bailaora que pudo triunfar en Hollywood

La fascinante historia de la madre de Paloma Cuevas, la bella bailaora que pudo triunfar en Hollywood

Era el 15 de octubre de 1971. Centenares de curiosos rodearon la iglesia de la Concepción de Madrid para ver a los novios que aquel día contraían matrimonio. Él, de 36 años, era el famoso torero Victoriano Cuevas Roger, conocido como Victoriano Valencia. Ella era una joven llamada Paloma Díaz Combarro que deslumbró por su elegancia con "un vestido de organza con volantes, mangas bordadas con pedrería, tocado de flores y velo de tul corto", según la crónica de ABC. Aquel era un enlace de relumbrón que, naturalmente, suscitó el interés de la prensa.

El célebre fotógrafo Martín Santos Yubero, uno de los más importantes de España, retrató el sí, quiero. Para mayor actualidad, dos semanas antes, el 27 de septiembre de 1971, Victoriano se había retirado de las plazas en Ibiza. La ceremonia fue oficiada por Justo Pérez de Urbel, primer abad del Valle de los Caídos, y contó con más de 2000 asistentes. ¿Entre los asistentes? Desde el famoso restaurador español Perico Chicote a Natalia Figueroa o Federico Silva Muñoz, ex ministro de Obras Públicas. Después de la ceremonia los invitados se desplazaron a la finca Cortijo Blanco, donde los novios ofrecieron un almuerzo seguido de una capea y una fiesta flamenca en la que actuó el cuadro de Torres Bermejas, el tablao donde han debutado desde Manolo Caracol a José Mercé. Lola Flores se animó a torear una vaquilla, tal y como sostiene Manuel Román, ex redactor jefe de la revista Semana en aquellos tiempos.

La boda también supuso el final del agitado currículum sentimental de Victoriano. El torero pudo haberse convertido en príncipe si su romance con la princesa Beatriz de Saboya, hija del último rey de Italia, Umberto II, hubiese prosperado. En aquellos años en la que las verdaderas estrellas eran él, El Cordobés, Antonio Ordóñez y Dominguín, Victoriano Valencia también fue relacionado, entre otras, con la actriz Geraldine Chaplin, con la que se dejó ver en alguna corrida de toros. El matrimonio de Victoriano y Paloma funcionó desde el primer momento. Tuvieron tres hijos, Paloma, Verónica y Nano, y poco a poco la mayor de ellas fue acaparando la atención de los medios. Hoy, en día, Paloma Díaz, la madre de la socialite y ex suegra del torero Enrique Ponce, es una figura diluida por el protagonismo de otros miembros de su familia. Pero, ¿cuál es su historia?

Según cuenta el periodista taurino ya fallecido Benjamín Bentura Remacha en su libro Amores y desamores toreros, Paloma, hija del empresario Andrés Díaz Arcos, fue una espléndida bailaora de flamenco. Siendo adolescente acudía a la Escuela de Baile de Paco Reyes y Gloria Librán. “La escuela era también tablao flamenco y, en algunas ocasiones, actuaban los alumnos con la destacada presencia de Paloma por sus cualidades artísticas”, escribe Benjamín. Con 15 años, Paloma Díaz decidió cambiar lo que el destino había preparado para ella. Durante una actuación en el teatro Lope de Vega de Madrid, el director de cine Francisco Rovira Beleta la vio bailar y le ofreció protagonizar la película El amor brujo. Según Bentura Remacha, Paloma contestó: “Esta actuación en el Lope de Vega ha sido mi última actuación en público”. El director encontró en Josefa Cotillo Martínez, La Polaca a su protagonista femenina y en Antonio Gades, al masculino. La cinta fue nominada a los premios Oscar en la categoría a la mejor película de habla no inglesa. Aquella supuso la segunda incursión en los premios más importantes del cine de Rovira Beleta, quien debutó en la misma categoría cuatro años antes con Los Tarantos.

Paloma Díaz podría haber triunfado en Hollywood pero, tras la boda con el legendario Victoriano Valencia, se instaló en Córdoba y se dedicó a cuidar de su hijos y a acompañar a su marido en su nueva etapa como empresario taurino y apoderado de figuras como Julio Robles, Ortega Cano, El Juli o Miguel Abellán. Y también de Enrique Ponce. Aquello sucedió en 1992. Victoriano, acompañado por su hija Paloma que había estudiado Empresariales y continuó su formación en Estados Unidos, viajó a Algeciras para ver una corrida. Un joven Ponce, que acababa de tomar la alternativa en Valencia de manos de José Miguel Arroyo Joselito y con Miguel Báez El Litri como testigo, toreaba. Aquella tarde no fue de las mejores y Paloma animó a su padre a que fuera a ayudar al chico. Se convirtió en su apoderado y, después, como todo el mundo sabe, en su suegro.

Salvo alguna incursión en alguna revista, Paloma Díaz, la matriarca del clan Cuevas, pasa desapercibida para la prensa, ya que siempre ha cultivado la discreción. El mayor golpe de su vida fue en 2014 cuando su hijo Nano falleció de un infarto a los 41 años. Esta semana, la hemos visto acudiendo al aniversario de Paloma Cuevas, que acaba de cumplir 48 años. Evidentemente, se ha convertido en un pilar fundamental para su hija durante su controvertido divorcio de Enrique Ponce. Pero, aunque Paloma Díaz siempre esté en segundo plano y nunca dé titulares, también tiene su historia. Y, por supuesto, merece ser contada.

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