"El dinero le hace cosas muy raras a la gente". La frase es de Bill Clinton, y habla directamente de nuestro protagonista, "uno de los hombres más odiados" por el expresidente, por medio continente americano, por miembros muy cercanos de su familia, y por unos cuantos países más. Es algo que en principio parece difícil de aplicar a un fabricante de vasitos de plástico, ¿no?
Porque nadie produce más vasitos, tarrinas, ensaladeras y envases desechables de poliestireno que Dart Container. Una de sus últimas adquisiciones, por ejemplo, suministra a esa marca de cafeterías que convirtió en latte al café-con-leche de toda la vida, por ejemplo. E incluso antes de eso, Dart Container presumía en su información corporativa de que fabricaban y suministraban más en todo el planeta que toda la competencia junta. ¿Que cuánto dinero es eso? Para el exciudadano estadounidense Kenneth Dart, cabeza invisible del grupo, una fortuna personal de entre 50.000 y 60.000 millones de euros.
Sin embargo, los intereses de Dart no se centran sólo en las tazas desechables. Y atribuir su fortuna a las mismas es una sobresimplificación. También podemos mencionar entre sus riquezas previas un importante porcentaje de la deuda pública brasileña, "economía que casi hunde en los 80", o una diversidad de inversiones tan exitosas como turbias. Demasiadas a lo largo de las décadas como para enumerarlas aquí, pero que en círculos financieros describen su capacidad con el mayor halago posible: tiene tanto olfato como Warren Bufffett. El problema es que su forma de especular es a través de fondos buitre. Además de Brasil: Ecuador, Argentina -con la que ha mantenido un larguísimo enfrentamiento judicial en Estados Unidos, su país natal al que no puede volver-, Turquía, Polonia…
Pero, desde hace tiempo, lo más llamativo de sus inversiones es la adquisición pieza a pieza de la mayor de las Islas Caimán, Gran Caimán. A este paso, Isla Dart en un par de décadas. Ahora mismo, Ken Dart es el "propietario y único accionista" de Dart Real Estate, un negocio inmobiliario que lleva invertidos más de 1.500 millones de dólares en marbellizar la isla, y que tiene apalabrados al menos otros 400 millones. Residencias de lujo, urbanizaciones, playas privadas cuyo acceso se niega a los habitantes, y hasta festivales donde otros multimillonarios como Richard ‘Virgin’ Branson salen a bailar con Flo Rida, en una suerte de réplica del Fyre Fest.
Ni siquiera es el único brazo inmobiliario de Dart: otra de sus ramas quiere gastarse otros 1.500 millones en construir un megarrascacielos de lujo en Camana Bay. Prácticamente en solitario, compitiendo consigo mismo, y adquiriendo propiedes ya existentes -clubes náuticos, hoteles legendarios, etcétera-, sus tentáculos inmobiliarios han llevado el metro cuadrado de la zona pija de Gran Caimán casi hasta los 4.000 euros el metro cuadrado urbanizable.
Todos estos anuncios los hacen sus empleados. A Dart nadie le ha visto. La periodista y poeta Katy Lederer, que viajó recientemente a Gran Caimán para perseguir esta historia para The New York Times o el [Independent](https://www.independent.co.uk/news/world/kenneth-dart-cayman-islands-property-empire-tax-haven-a9162671.html), no ha logrado hablar con nadie en su isla que crea haber visto alguna vez en persona a Ken Dart. "Es como Batman". Y esquiva a la prensa desde 1993, cuando estaba a punto de renegar de su patria y convertir un paraíso fiscal en su hogar. Más o menos desde septiembre del 93, cuando alguien prendió fuego a su nueva y flamante vivienda de Florida. Y sí, fue intencionado: un montón de diésel hizo arder al menos un millón de dólares a nombre de Ken Dart. Las autoridades, tras interrogar a Dart, se fueron con un par de pistas:a) era un encargo de banqueros brasileños.
b) era un encargo de uno de los hermanos Dart, al que Ken había sacado del fondo de inversión familiar.
c) que fue una respuesta rusa al intento de Dart de hacer en territorio ruso lo mismo que hacía en el resto del mundo.
Poco después se hizo con el West Indian Club, un legendario complejo hotelero en la principal zona turística de Gran caimán -Seven Mile Beach, que aparece en inifinidad de guías como "la mejor playa del Caribe"-. ¿Para convertirlo en un hotel? No, para convertirlo en su casa, quizás una de las extravagancias de milmillonario con las que cualquiera podría sentirse identificado: un hotel de lujo unipersonal. En realidad un fortín convenientemente vigilado por un miniejército privado.
Pero esta secuencia de esquivar a la prensa, ver arder su hogar por unos banqueros o por un hermano (hicieron las paces en 1998), y comprar un decadente hotel de lujo para convertirlo en su choza acaba en el tercer mejor acto imaginable. Meses después de que su mansión ardiese, Ken Dart renuncia a su ciudadanía estadounidense y huye del país junto a una de sus personas más cercanas. No su hermano Bob, que se va a Londres, no: con su abogado fiscal, Richard Rastall.
En realidad, Ken -y Richard- están huyendo de lo único que pudo tumbar a Al Capone: el fisco. Dart decide que pagar impuestos es de pobres y se declará en rebeldía contra la poderosa Hacienda estadounidense, que le reclama primero unas pocas decenas de millones de dólares y luego un par de cientos. Los delitos federales -y en Estados Unidos los relativos al fisco lo son- no son fáciles de eludir, asi que el magnate de Michigan decide renunciar. Ya no es de Michigan, pero residente en Florida. Ya no es ni estadounidense. Ni nada. La inseguridad de que te prendan fuego a la casa es una excusa conveniente, para lo que viene a continuación: el intento de convertirse en forastero en tierra propia.
Porque el combo previo a la residencia permanente en las Caimán es rocambolesco: Ken Dart adquiere la ciudadanía irlandesa y declara que ahora es habitante de Belice (otra nación/paraíso fiscal/ex colonia británica con la que también ha especulado a posteriori y mantiene enfrentamientos. Varios países le han declarado ya persona non grata). El pequeño Estado no sólo le apoya, sino que, y esta es la mejor parte, ¡trata de abrir un consulado en Sarasota, Florida, en la zona donde le han prendido fuego a su casa, con Ken como cónsul!. Es algo que el propio Bill Clinton explicaba en su blog, hace casi 15 años:
"Obviamente, me negué. Era otra estratagema de Dart para eludir impuestos. Cuando renuncias a tu ciudadanía sólo se te permite estar en los Estados Unidos por un período limitado de tiempo antes de que te fiscalicen como residente. Un diplomático extranjero puede quedarse todo el tiempo que quiera y, de paso, no se le puede cobrar impuestos".
Como no salió bien, se mudó a las Caimán. Con su abogado. A su recién adquirido hotel. La versión "paraíso fiscal" de Miedo y asco en Las Vegas. Todo esto entre 1994 y 1995. El Congreso también le odiaba: en 1996, Estados Unidos aprobó una ley, directamente inspirada en Kenneth Dart, para castigar a todos aquellos que quisieran renunciar a su ciudadanía para evadir impuestos. Dos décadas y media después, se cree que de alguna u otra forma casi la cuarta parte de Gran Caimán esta en las privadas menos del recluso Ken Dart.
Clinton le dedicaba una pieza porque le habían invitado a un evento benéfico, "al que iba a ir hasta que me enteré que era en la mansión en Florida de la mujer de Dart". Porque Ken Dart huyó a conquistar las Caimán con su abogado. No con su mujer. "El dinero le hace cosas muy raras a la gente".
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