El 12 de octubre de 1947 salió del Palacio de Dueñas de Sevilla en un coche a la andaluza tirado por mulas adornadas con arreos blancos rumbo a una boda. La novia era Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, hija del Duque de Alba, que para la ocasión vistió un uniforme de la Real Maestranza de Sevilla. Ella subió al carruaje procurando mantener en su cabezala enorme tiara de perlas y brillantes. Sobre el cuerpo, un vestido con el aire del New Look de Dior que se llevaba en Europa en esos años, pero a la joven aristócrata se lo había confeccionado Flora Villarreal, una diseñadora local que eligió raso natural con encaje de Bruselas del siglo XVIII para hacer un traje ajustado en hombros y cintura de falda muy voluminosa.
"Siempre me encantó Flora y nunca la reconocieron como a Balenciaga, recordaría la duquesa años después en unas memorias tituladas Yo, Cayetana. Fue la misma modista que cuatro años antes de esa boda la había vestido para su puesta de largo, en la que lució un vestido de volantes blancos con el que recibió a centenares de personas invitadas para agasajar a una joven de 17 años. Para esa celebración, la prensa recuerda que los yates de las grandes fortunas españolas atracaron en el río Guadalquivir y que hasta el primer ministro Winston Churchill, a quien la joven conocía de los años que vivió en Londres siendo embajador su padre,mandó a un grupo de marineros en representación del gobierno británico.
Como un actos de cine
Sobre cómo iba el novio, solo tenemos la versión de la novia: “Luis estaba guapísimo, muy elegante con su frac. Siempre tuvo planta de actor de aquellos años”. A él lo encontró al entrar en la iglesia en la que siempore había soñado contraer matrimonio. “Yo quería casarme en el altar mayor de la catedral de Sevila, bellísimo”, contó en aquellas memorias Cayetana, que explicaba que hasta ese momento solo Pedro de Orleans y la infanta Esperanza de Borbón, hermana de la reina Maria de las Mercedes habían conseguido casarse allí. Es decir, miembros de la Casa Real. “Papá trabajó mucho con el cardenal segura para conseguir permiso, pues sabía la ilusión que me hacía y creo que a él también. Al final, lo logró”.
Dentro del templo, el Arzobispo de Valencia, Marcelino Olaechea, y el prometido, el mismo que solo unos meses antes le había pedido matrimonio a la joven. “Cuando empezó a cortejarme. Había otras tres o cuatro mujeres tras él, y eso me hacía gracia”, confesaría la novia años después. Tampoco ella se quedaba atrás en poder de seducción, o al menos así lo recordaba la mujer que acumuló más títulos nobiliarios en España y a la que aquel mismo verano que conoció a su marido la llamaban en San Sebastián "La Bombilla": "Por el “montón de moscones y moscas alrededor de mi luz”.
Invitar a los pobres
Tras la ceremonia, a la que acudieron 3.000 personas, la familia, amigos y personalidades fueron hasta el Palacio de Dueñas disfrutaron de un banquete ofrecido por Perico Chicote en unos salones presididos por grandes obras de arte donde podían verse a algunos de los antepasados de los anfitriones: Eugenia de Montijo, obra de Odiel o la duquesa de Montor captada por Zuloaga. Tal como recoge el ABC de la época, la joven también pidió que se sirvieran mil comidas entre los pobres de Sevilla y su padre pagó 5.000 pesetas a todas las parejas que ese mismo día se casaron en la capital andaluza: nueve. Ese fue el motivo de que a Cayetana siempre le doliera que parte de la prensa (la extranjera, la española estaba bien controlada) hablara de "la boda más cara del mundo" no precisamente en un tono elogioso.
Al acabar la fiesta, Cayetana y Luis fueron a la Iglesia de La Macarena a rezar y ofrecer el ramo de la novia para tomar rumbo después a La Eminencia, una finca propiedad de la duquesa viuda de Andría en la que el matrimonio domiriría junto por primera vez. De aquella noche de bodas, Cayetana recordaría que Luis fue como ella se esperaba: "Tierno y cariñoso". Al día siguiente partieron hacia Londres para iniciar una ruta por Europa y después por América que duraría seis meses. De aquella larga luna de miel ya volvió la duquesa embarazada.
Artículo publicado en Vanity Fair el 10 de julio de 2019 y actualizado el 17 de noviembre de 2019.
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