Decía la novelista anglocaribeña Jean Rhys que «la lectura nos hace inmigrantes a todos. Nos lleva lejos de casa… pero lo más importante es que nos encuentra hogares en todas partes», un pensamiento que resuena en cada una de las páginas de la primera novela de Natalia Junquera, capaz de crear una historia que se lee y se vive como propia.
La novela lleva por título Recuérdame por qué te quiero (SUMA) y retrata la historia de una de tantas familias gallegas en las que el padre se marcha a Argentina mientras la mujer se queda en casa esperando con la promesa de un opulento porvenir.
Junquera, periodista de El País especializada en memoria histórica, refleja con maestría el paisaje humano de la Galicia emigrante y también de aquella Argentina que se convirtió en la quinta provincia gallega. No importa de dónde seamos, con su prosa certera y cargada de sensibilidad, la escritora invita al lector a sentirse uno más del pueblo de Milagros, a pasear entre sus calles repletas de casas cuyas fachadas cuentan la vida de sus habitantes y a sentarse en el bar de Pepe para escuchar sin ser vistos las historias hechas de silencios.
Una novela en la que podría haber buenos y malos, pero lejos de eso Natalia Junquera bucea en el alma de Lola, Manuel y Pablo para entender qué hay detrás de cada decisión que puede dar un giro a una vida y cambiar la de todos los que la rodean.
Recuérdame por qué te quiero es su primera novela. ¿En qué momento tuvo claro que la historia de un joven matrimonio que se separa porque él emigra era la historia que quería contar?
Había escrito dos ensayos con Aguilar, mi editora me animaba a escribir una novela y yo no me atrevía, no me veía capaz. Hubo una época en el periódico en la que me cambiaron de sección, no estaba a gusto, y aproveché para cogerme una excedencia y probar a escribir. Elegí una historia que no había podido publicar en el periódico porque faltaba documentación y pensé en novelarla, pero no me gustó lo que escribí y no entregué el manuscrito. Un día vi un documental en La2 sobre Avión, un pueblo de emigrantes de Ourense que es muy conocido porque hubo un tiempo que tenía la mayor renta per cápita de coches de lujo, porque a los emigrantes les había ido muy bien y habían vuelto con cochazos, habían construido casas ostentosas… se entrevistaba a las mujeres que se habían quedado esperando y esa noche soñé con la historia de Recuérdame por qué te quiero. Justo al día siguiente mi editora me escribió un mensaje bonito animándome a lanzarme a la ficción, le conté la historia, se entusiasmó y ahí comencé. Creo que era importante agarrarse a algo que conoces, como en el periodismo, escribir de lo que sabes. Y al final esa era una historia compartida, conocida, de cosas que había escuchado de niña, que entendí de mayor, parte de la historia del sitio en el que he crecido.
Es un libro de ficción pero son muchas las familias que se van a ver reflejadas en él, porque es la historia que marcó la vida de muchos gallegos. ¿Hay alguna historia real que le haya inspirado?
No es una novela autobiográfica pero hay escenas reales y trozos de personas de mi entorno. Está el Alzheimer de mi abuela descrito como lo vivimos en uno de los personajes. Están las filloas de Virtudes que son las de mi tía Lola, porque en Galicia el amor se expresa con comida. Quizás tu familia no te dice nunca te quiero pero tu abuela o tu tía se ha pasado toda la vida haciendo el plato que te gusta, y eso es otra forma de expresar cariño.
En una conversación de bar, uno de los personajes se pregunta qué pasaría si en Galicia los hombres no tuvieran que marcharse y no solo hubiera niños, viejos y mujeres esperando. ¿De qué manera ha marcado la emigración a toda una generación?
Muchísimo. La España vaciada es un concepto que ahora tenemos muy presente pero empieza antes y se ceba en Galicia. Unos se van por motivos económicos, otros por razones políticas, huyendo del franquismo. Es una diáspora brutal, las aldeas se vacían y se quedan las mujeres, los abuelos y los niños que se hacen en las visitas. La novela pretende retratar esa época, ese paisaje y ese carácter que infringe la pérdida, la distancia y las despedidas. Hay muchos tópicos sobre los gallegos y los tópicos tienen tanto éxito porque suelen tener un origen real aunque luego se distorsione. Veo ambición y coraje tanto en los que se fueron como en los que se quedaron y decidieron nadar contracorriente.
En la novela hay dos grandes historias de amor… mientras la escribía, ¿tuvo la sensación de que son historias de amor que pertenecen a otro tiempo que ya no volverá?
Totalmente. Hoy para empezar nadie escribe cartas de amor, hoy se liga por Whatsapp, aplicaciones, el mundo de las relaciones ha cambiado mucho y da la impresión de que no hay tantas dificultades como entonces, o estas han cambiado y son distintas. También está esa mujer que se queda esperando, y hoy probablemente cuando Manuel dice que se va Lola diría ‘pues me voy contigo’. O él diría ‘vente conmigo’, que es esa conversación que no llegan a tener. Es evidente que no les está yendo bien pero ninguno se atreve a tener esa conversación. Sí que es verdad que ahora España es país receptor de emigrantes y muchas mujeres que ayudan a las mujeres españolas a cuidar a sus hijos han dejado a sus familias y a sus propios hijos en sus países de origen. Hay partes de la historia que no se pueden leer con los ojos de hoy y hay otras que curiosamente han dado la vuelta.
Mientras acababa su novela, tenía lugar la invasión de Ucrania, y veíamos a esas mujeres obligadas a huir y dejar a sus parejas luchando en el frente. ¿En algún momento ha pensado que es la versión actual de esos amores suspendidos que marcaron la historia de Galicia?
Efectivamente, sigue habiendo éxodos, por motivos parecidos, parte del éxodo gallego tiene que ver con la guerra civil, y ahora vemos ese éxodo de familias enteras por la guerra de Ucrania. Y esas mujeres separándose de sus maridos que no son militares y no saben de la guerra, pero la guerra toca a las dos partes y tienen que ser muy valientes: tanto el que se va al frente como el que se queda y tiene que transmitir a sus hijos que todo va a ir bien cuando no lo sabe y tiene el mismo miedo.
Recuérdame por qué te quiero no es solo una historia de amor marcada por la emigración, también hace referencia a los maquis y la Guerra Civil. ¿De qué manera le han marcado como novelista todos sus conocimientos de memoria histórica?
Tiene que ver con mi seguridad con todo esto. Los periodistas estamos acostumbrados a escribir de otra manera. Cuando un periodista entra en una habitación no describe cómo son los muebles, no cuenta de qué color son las paredes, a qué huele el salón… cuenta quién lo ocupa, por qué dice lo que dice, si cuando está en otra habitación dice otra cosa diferente… a mí me ha costado mucho acostumbrarme a llegar a una habitación o persona y describirla con detalle, ver de qué color es su camisa, especular por qué suda. He aprendido sobre la marcha a contar quiénes son los personajes no tanto por lo que dicen sino por lo que callan, pero sí que me ha ayudado el periodismo porque, como en mi trabajo, he intentado hablar de lo que sé y conozco y lo he hecho con la misma convicción de que es algo que merece la pena compartir. Desde 2006 he escuchado muchos relatos de víctimas del franquismo y de hijos e hijas de represaliados. Me da mucha pena que se ha generado mucha confusión y ruido alrededor de la memoria histórica cuando ni siquiera es un tema político, sino de humanidad desde mi punto de vista. Creo que escribir siempre es un compromiso, una responsabilidad, porque es algo que haces para otros. Doris Lessing decía que escribir ayuda a comprender y yo estoy muy de acuerdo. Ayuda a comprender y a que otros comprendan, porque te pone en el lugar del otro, es gimnasia para la empatía, y me gusta pensar que esas pinceladas que he metido en la novela de memoria histórica pueden también ayudar, igual que los reportajes que he hecho en el periódico, a que la gente se ponga en el lugar de estos ancianos y de los que perdieron todo y ahora reclaman una cosa justa y que no hace daño a nadie.
El perdón está muy presente en la novela, por parte de Lola pero también de Pablo, de Celia y Manoliño… ¿Cree que el perdón está minusvalorado?
Sí, a mí me obsesiona cuando escribo la idea de generar empatía, que la persona que lo va a leer se ponga en el lugar de la persona que está hablando en el reportaje. Si voy a una fosa quiero que el lector se ponga en el lugar de Ascensión Mendieta, que es una señora que sube a un avión y cumple 85 años volando a Buenos Aires para conseguir que a 10.000 kilómetros de donde se produjo el asesinato de su padre otra juez ordene abrir esa fosa. Yo he buscado en el libro generar empatía con los tres personajes, de ellos hay uno que hace las cosas muy bien, otro bastante bien y otro que aparentemente hace las cosas muy mal. He querido explicar por qué el que hace las cosas muy mal las hacía así. Los errores suelen tener una explicación y cuando tú entiendes por qué alguien ha cometido un error, empiezas a perdonar.
De todos los personajes, ¿a cuál cogió más cariño?
Me gusta mucho Lola, son trozos de muchas mujeres que conozco, me parece una mujer valiente, honesta, noble, que se preocupa mucho por todo el mundo, y yo he visto muchas mujeres así en Galicia, con esa generosidad un poco temeraria. Me gusta también Pablo, ese personaje que aprende sobre la marcha a contener sus sentimientos para no incomodar a la persona que quiere, eso es un esfuerzo que muchas veces no hacemos, apabullamos al otro o somos impacientes. Y Manuel me parece un personaje muy complejo porque hay muchos Manueles, hay muchas personas que tienen una vida aparentemente más fácil porque él es muy atractivo y durante unos años la belleza le facilita muchas cosas, pero llega un momento en que la belleza se acaba, y él tiene que aprender a manejarse y seducir con otras virtudes y herramientas. Creo que los tres personajes tienen retos muy importantes, tanto el que se va como la que espera y el que se queda, y es bonito ver cómo van resolviéndolos.
Es su tercer libro pero su primera novela, ¿qué es lo que más has disfrutado?
Lo he escrito mientras estaba trabajando y he tenido poco tiempo para disfrutar. Creo que lo primero que hay que tener para poder disfrutar de algo es tiempo. Afortunadamente tenía los ánimos de mi editora, Ana Lozano, pero también tenía mucha inseguridad, porque cuando hago un reportaje sé lo que tiene que llevar y si está bien o mal y aquí no. Además tengo la suerte de tener muchos amigos que son escritores de éxito y hacen libros maravillosos como Juan Tallón, Manuel Jabois… Estoy muy orgullosa de ellos, celebro sus éxitos, y me daba miedo hacer algo de lo que ellos no estuvieran orgullosos, así que no he disfrutado mucho todavía.
Como lectora, ¿qué libros le han marcado?
Llevo una época que leo poca literatura porque tengo que leer muchos ensayos para las entrevistas que hago en el periódico, así que justo en el momento en el que me he puesto a hacer ficción es la época en la que menos ficción he leído, me he embrutecido de alguna manera, porque estoy leyendo ensayos políticos y me hubiera gustado tener más tiempo para abrir la cabeza, que es lo que hace la literatura buena. Te diría que me gusta mucho Kundera, Mairal, García Márquez, Mastretta, Leila Guerrero, y mis amigos, que no es porque lo sean, pero hacen libros maravillosos. Las últimas novelas de Manuel Jabois y de Manuel Tallón se las recomiendo a todo el mundo porque son literatura de primer nivel.
¿La ficción le ha dejado con ganas de más?
Mi editora me está animando mucho y me dice que este es mi camino y que tengo que seguir, pero aún tengo el susto en el cuerpo, así que no lo sé. Si veo que a mis amigos gallegos y al resto de gente que lo lea le gusta, puede que me anime a seguir escribiendo de cosas de las que me documente muy bien. El otro día hablando con Manu me decía ‘Yo sé que puedo escribir la siguiente columna o el siguiente reportaje, pero no sé si voy a ser capaz de hacer la siguiente novela’, y yo tampoco lo sé. Pero sé que mi editora va a estar ahí pendiente y me va a animar. Igual vuelvo a soñar otra novela.
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