«A unos les va el dinero; a otros, las drogas, el sexo, el glamour o la fama.Un rocknrolla es diferente. ¿Por qué? Porque quiere el lote completo». Esta frase de Guy Ritchie marcó un antes y un después en la vida de Andrés Roca Rey, en su Lima natal, después de ver la película más gamberra del director británico. «A mi hermano y a mí nos encantó RocknRolla, y de pronto me dijo:‘¿Imaginas trasladar esa filosofía al toreo?’. Para nosotros, que en ese momentono habíamos triunfado, salir por la puerta grande de una gran plaza era el lote completo. Nos comprometimos a que el primero que abriese la de Las Ventas iba a hacer el gesto del rock con la mano».
Andrés, el menor de los dos, lo hizo en las fiestas de San Isidro de 2019: después de sufrir una violenta cogida del primer toro, tuvo el arrojo de cortarle las dos orejas al segundo. Y cumplió su promesa: por encima de las cabezas de una masa tumultuosa y eufórica, alzó el brazo y extendió el índice y el meñique. Ese es el gesto de saludo que le hacen hoy hordas de jóvenes cuando aparece en la plaza, con una adoración hasta ahora reservada a las estrellas del rock; aunque la mayoría piensa que recrea los cuernos de un toro. «Da igual lo que signifique, lo importante es que el público de las plazas se está rejuveneciendo y eso pinta un horizonte muy esperanzador para el toreo».
Acaba de cumplir 27 años, y con la mitad cruzó el Atlántico persiguiendo un objetivo inusitadamente pertinaz en un adolescente: para ser un torero de éxito, había que lidiar en las grandes plazas, más allá de Perú. Después de patear decenas de arenas como novillero tomó la alternativa en Nimes en 2015, de la mano de Enrique Ponce. Tras su debut francés, su carrera ha sido meteórica: ha salido a hombros en Madrid, Sevilla, Pamplona, Bilbao o Málaga; sus redes sociales bullen, cuenta con miles de fans de todas las edades, especialmente de una Generación Z enardecida entre la que su capacidad de arrastre trasciende lo taurino.
«No ha sido un camino fácil, dejar atrás a mi familia y amigos en el Perú y llegar a un sitio desconocido para mí, tan joven, me hizo sentir una soledad insoportable»,confiesa con un timbre dulce, pausado, casi tímido, que contrasta con su salto al ruedo: primero lo pasea a cámara lenta, casi hierático, arrogante como Luis Miguel Dominguín; pero en cuanto el astado aparece en escena, sus músculos se tensan y se lanza con la fiereza de José Tomás. En su breve carrera ha sufrido varias cogidas y algunas cornadas, lo que nunca le ha impedido terminar una faena.
«Sé que me la juego cada tarde, por eso mi planteamiento de vida es peculiar: no me gusta hacer planes a largo plazo. Me gusta ir pensando poco a poco, de aquí a un tiempito. Yo soy de los de ‘lo que tengas quehacer, hazlo ya’, y no es porque crea que voy a morir en la próxima corrida; pero este oficio sí me hace ser más consciente de que la muerte siempre está ahí, como lo está para todos, puede matarte una enfermedad o un coche al cruzar un paso de cebra».
Tal vez por eso prefiere no hablar demasiado de su implicación con otras personas, por más que los medios de papel cuché se empeñen en relacionarlo con Victoria Federica, la hija de la infanta Elena.»La soledad es bonita cuando la eliges, te da tranquilidad y paz, te sientes tranquilo después de tantos viajes rodeado de tanta gente, es bueno encontrarte
contigo mismo», dice el torero limeño, que se refugia siempre que puede en algún lugar en el medio de la nada, aunque no muy lejos del bullicio: a 15 minutos de Sevilla. «Vivo solo en una casa en el campo, y lo disfruto mucho . A todo el mundo le gusta una ciudad donde hay todo para hacer, pero hay que ser consciente de lo que necesita tu vida para seguir el camino correcto. Si viviera en Sevilla, lo más probable es que estuviera todos los días por ahí, haciendo mil planes, y no es esa la vida que yo necesito ahora. Necesito estar concentrado, metido en mí, hay mucho detrás de una tarde de toros. Necesitas mucha preparación para que tu mente esté tranquila, y eso no te lo da una ciudad: yo estaría todo el día de restaurantes, de tiendas, de bares, yendo al cine… Haciendo todo menos lo que tengo que hacer: centrarme«.
El sosiego no es lo único que le tira del mundo rural:»Que la mayoría de la gente no esté en contacto con la naturaleza, creo que es uno de los motivos por los que el mundo está hoy, de alguna manera, al revés. Estar en contacto con el campo y los animales te hace ver la vida de una manera diferente. Esa es la vida real, es lo que debemos cuidar. La ciudad es un artificio de edificios, modernidades, coches y contaminación. La leche no sale de la nevera sino de un animal, y el problema es que la mayoría de los niños no lo tienen claro porque saben usar perfectamente un iPhone, pero no han visto nunca cómo se ordeña a una vaca».
Una postura profundamente ecológica desde la que no se corta en defender la tauromaquia. «Por culpa de esa desconexión, la gente no entiende que los animales tienen una misión, como la tenemos los seres humanos, y la del toro bravo es ser lidiado«. Y se arranca con un pase de pecho, de los de muleta, que son sus preferidos: «Yo respeto todas las opiniones si están fundamentadas, también las de quienes están en contra de lo que hago, pero si te digo la verdad, hay algo que sí que me molesta, que no trago. Y es que el toro bravo lo cuidan los ganaderos, los toreros, los aficionados que van a la plaza…Y hay gente que critica el mundo del toreo sin saber siquiera de qué trata esto, y no dan nada por el toro. Dicen proteger al animal, pero solo con palabras. Y en realidad están acabando con una raza única en el mundo, la del toro de lidia».
Reconoce que la presión de los animalistas no es algo a lo que le dedique mucha atención ni a prácticamente nada de lo que pasa en un mundo turbulento como el actual, aunque esa actitud pasota no le sale de forma natural. «Yo tengo un problema, y es que me gusta estar enterado de todo, leer la prensa y estar al día siempre. Pero eso es un arma de doble filo que afecta a mi concentración». Pese a su conciencia y conocimiento de las diversas problemáticas actuales, Roca Rey hace un ejercicio de mutismo informativo por el bien de su concentración.»En un mundo tan ruidoso como el de ahora esa concentración tan fuerte no es posible si no te metes en tu burbuja y la blindas«.
Con todo, la cruda realidad no suele llamar antes de entrar. «Las desigualdades son algo que me preocupa, y en mi país están muy presentes. Yo estoy muchas veces con gente muy importante que lleva vidas opulentas, y luego, yendo al aeropuerto de cualquier ciudad, que es un momento en el que bajas a tierra, a la vida real, ves a esa gente que vive en la pobreza…».Y matiza: «Creo que el dinero influye en la felicidad, pero no que tenga un porcentaje especialmente alto», dice, con todo el conocimiento de causa que puede tener un torero de éxito que conoce ambas caras de una misma moneda. «Los primeros siempre quieren más y se frustran, los segundos valoran lo realmente importante. Lo que me duele es la pobreza extrema que por desgracia en mi país es más habitual de lo que debería, quienes no tienen para un mínimo de higiene o un mínimo de comida».
Y cuando sale a relucir el tema político, lo capotea hábilmente. «El Perú no está pasando por su mejor momento, hay un desorden político que esperemos que pronto se arregle, porque está crispando a la sociedad». Y zanja. «Dicho esto, mi país ha evolucionado mucho este siglo, y es como todo en la vida de cada uno: siempre hay baches, pero lo importante es que vayan para arriba».
GROOMING: CYNTHIA DE LEÓN (COOL PRODUCCIONES). PRODUCCIÓN: BEATRIZ VERA. ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: EDWIN CANO. ASISTENTE DE ESTILISMO: DIEGO GRIMALD
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