Siete años de correos, ‘amistad’ y recelos: así escribió David López la historia del traficante Al Kassar

Siete años de correos, ‘amistad’ y recelos: así escribió David López la historia del traficante Al Kassar

Uno de los capítulos de El traficante: la asombrosa historia de Monzer Al Kassar (La esfera de los Libros, 2019) se titula “El hombre que siempre estuvo allí” y es la mejor definición de su protagonista. Pero tan importante como el quién es el “allí” de ese título, pues el sirio, afincado en Marbella durante años, se codeó con políticos, empresarios y poderosos de todo corte y de todos los países y por eso el reportaje que firma David López Canales pasa por Yemen, Bulgaria, Rumania, Nicaragua, Colombia, Argentina, Suiza, Austria y por supuesto, España. 

El padre de Monzer Al Kassar fue un profesor de origen humilde que llegó a diputado y ministro de Agricultura en su país y luego fue embajador, un puesto clave para que sus hijos desarrollaran sus negocios. Fue él quien llevó a sus hijos a Marbella en 1978 y este párrafo cogido de El traficanteexplica a la perfección hasta dónde llegó el poder de Monzer, al que le llamaban “pavo real” por su soberbia y su sonrisa permanente:

“No fue solamente su hogar. Fue también su centro de operaciones. Tanto, que tenía incluso uno de sus bancos de cabecera en el propio pueblo. La oficina del entonces Banco de Bilbao, en la plaza África, en el casco antiguo, es la que gestionaba las cuentas de algunos de los extranjeros que se asentaban en la costa.Y el sirio era uno de los más importantes. De hecho, cuando se hartó de tener que llamar al número de la centralita y esperar, como todos, a que pasaran su llamada al gestor que le correspondía hizo instalar en el banco un teléfono con una línea que él pagaba, cuyo número solo conocía él; así, cada vez que sonaba los trabajadores sabían que era Monzer quien estaba al otro lado”.

Trabajos para España

López, madrileño y periodista freelance desde 2013, ha pasado por redacciones como la de Vanity Fair Españay hoy colabora con medios como El País Semanal, JotDowno El Mundo. Para él no era nuevo enfrentarse a un personaje como Al Kassar: fue otro traficante el que lo puso en contacto con el sirio. “Cuando entrevisté a Laureano Oubiña, me contó que lo había conocido en Alcalá Meco. Luego supe que fue Al Kassar quien lo denunció y lo entregó cuando el gallego se fugó de prisión”.

Al sirio, preso en una cárcel de EEUU, no le gusta que le llamen traficante, sino comerciante, pues dice que todos sus negocios eran legales y se acoge para decirlo a lo que se denomina ‘certificado de uso final’. “Es el documento que emite un gobierno y acredita que va a comprar armas, pero hay que pensar que uno de esos países era la República Democrática de Yemen, así que el papel es legal, otra cosa es dónde acababan esas armas”, explica López. El autor, que ya escribió sobre el mismo personaje en estas págnas, sabe que no es difícil sentirse atemorizado o fascinado por un personaje como Al Kassar. Y al no haber hablado ni por teléfono ni en persona con él, ha tenido que aplicar un extra de precaución al no poder ver ni oír sus reacciones, ni repreguntarle, ni pillarlo en un renuncio. Durante siete años se han comunicado a través de Corrlinks, un sistema de correo electrónico supervisado que usan los reclusos en EEUU.

Esos mensajes y la postal de Navidad que recibe de Al Kassar son las comunicaciones que aún mantiene con un hombre de 74 años al que apenas ha visitado nadie en prisión. “Una hermana, que ya falleció, una amiga de EEUU y algunos abogados con los que ha tenido buen trato”, dice López, a quien el preso, en ocasiones, ha acusado de estar detrás de la CIA, del Mossad o de trabajar para otros intereses que no eran los meramente periodísticos.

“Al principio yo era más frío, no me atrevía a ponerle nada en duda para que no cortara el grifo de la comunicación. Pero luego me fui soltando y le iba diciendo cuando algo me parecía que era mentira; el me contestaba que era tonto; luego que si era de la CIA; luego me llamaba ‘amigo’, me pedía perdón, yo se lo pedía a él… hasta la siguiente. Y así vas manteniendo el contacto y recibiendo una información que siempre tienes que poner en duda”, explica el periodista. En el relato del preso no hay contradicciones, dice López, pero sí muchas cosas que no cuenta. “Por ejemplo, los trabajos que hizo para el Gobierno español”.

De esos trabajos estaban al corriente, según ha podido comprobar López y luego mostraron los cables de WikiLeaks, ministros socialistas como Miguel Ángel Moratinos o Alfredo Pérez Rubalcaba. “Pero lo negaron siempre, algo que dice poco de la clase política porque en realidad, Al Kassar ya tiene poco que ocultar. Quien tiene que ocultar también es la policía, por ejemplo, que incluso le dejó atravesar las fronteras cuando tenia prohibida la entrada en España…”, dice el periodista sobre una colaboración –la del traficante con el Estado español que afirman en el libro fuentes como el ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera– que ha llevado a Al Kassar a ofrecerse a declarar en favor del comisario Villarejo.

Por eso, cuando el juez Baltasar Garzón lo manda detener por el caso Achille Lauro, Al Kassar sufre un shock. “Garzón lo tuvo dos años por distintas cárceles y Al Kassar no entendía nada pues hasta entonces, era un millonario que posaba en Paris Match, un sirio afincado en Marbella que colaboraba con la policía y pensaba que tendría impunidad”. Esa detención supuso un punto de inflexión: "Se volvió más religioso, también más paranoico", cuenta David a VF, pero eso no impidió que en 2007 le dieran el golpe final que lo tiene hoy en una cárcel estadounidense en la que probablemente acabará sus días.

"Fue la operación de la DEA, que hasta donde he podido conocer fue una operación absolutamente ficticia. La versión que cuentan es mentira pues Al Kassar era ya un delincuente amortizado”, explica López sobre un dispositivo con el que la agencia que persigue el narcotráfico en EEUU mandó a dos confidentes al Palacio de Mifadil, en Marbella, el hogar de Al Kassar, para tenderle una trampa al sirio. “Está claro que iban a por él, pero también que van por unos intereses que he sido incapaz de determinar pero que no eran los que explicaron públicamente. Eso te hace desconfiar de todo y de preguntarte a quién le estarás tocando las narices, aunque he de decir que yo no he sentido temor en ningún momento haciendo esta investigación”.

Buenos y malos

Precisamente por eso, López no saca demasiadas conclusiones en su libro, ni se pone del lado de nadie, lo que no quiere decir que justifique nada de lo que hizo y pudo hacer Al Kassar. Pero también esboza lo que pudieron hacer mal gobiernos, fuerzas del orden y jueces. “Los malos para usted pueden ser los buenos para mí”, le dice en un momento del libro el traficante al periodista. López podría completarlo diciendo que en esta historia, como en todas, nadie es bueno ni malo al cien por cien.

López cuenta que ya en prisión, Al Kassar no pudo mantener su negocio, que llevaba él solo con sus contactos. “Pero también se dedicó a la inversión inmobiliaria en Marbella de manera legal y eso es lo que aún le renta a la familia”, cuenta el autor, que en su libro traza magníficamente la lista de casualidades y coincidencias –ninguna demostrada– por las que Al Kassar es sospecho de ser algo más que el hombre "que siempre estuvo allí". A saber:

“Tuvo en Viena las oficinas de su negocio de armas: la ciudad desde la que habrían salido los dólares falsos que perseguía la CIA. Como estuvo en Bulgaria en aquellos años sesenta cuando descubrió los grandes arsenales de los estados comunistas y el negocio que se abría con ellos. Como estaba en Siria en los años en los que la droga a Europa atravesaba y se procesaba en su país. Como apareció en el informe final del Irán-Contra. Como se encontraba en Beirut aquel 14 de febrero de 2005 cuando mataron a Rafik Hariri con otro coche bomba. Y como tantos momentos de la vida de un personaje que siempre estaba allí.

“Allí” también eran el certamen de Miss España o las fiestas de la Guardia Civil en Marbella, donde también vivía entonces otro traficante más conocido que él: Adnan Khashogui, el que organizaba fiestas “en las que contrataba modelo, chicos y chicas jóvenes y guapos, que paseaban como esculturas en movimiento para adornar las estancias y en las que los invitados eran agasajados con champán, cuadros flamencos y bandejas de alabastro negro con rayas de cocaína ya dispuestas”.

Al Kassar era menos llamativo, pero quizás sus tentáculos fueran más largos y por eso López no se atreve a decir que su relación con él vaya a terminar una vez acabado el libro. Sabe que quedan capítulos por explicar. Y que Al Kassar puede estar tocado, pero no se le puede dar por muerto. “En los últimos años se ha ido hundiendo, es mayor, apenas le visita nadie y lleva tiempo apelando sus juicios sin que nadie le haga caso. Pero aún así, apela en la ONU o denuncia a la prisión por torturas. Se lo desestiman todo y le queda poca esperanza, pero no desiste. Me atrevería a decir, que a veces, aún sonríe".

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