En 1958 Stanley G. Payne (Denton, Texas, 1934) pasó ocho meses en Madrid sin pisar la Plaza de Las Ventas, tampoco los tablaos flamencos de moda en la época como el Villa Rosa, donde por entonces actuaba La Niña de los Peines. “Llegué en otoño y no fui a los toros hasta primavera, a la Feria de San Isidro”, evoca el hispanista desde su despacho en la Universidad de Wisconsin-Madison. Aunque Payne no vino, naturalmente, a hacer turismo, sí esperaba encontrar esa imagen romántica del país que mitificaron Victor Hugo o Prosper Mérimée. “Había leído El temperamento español, de V. S. Pritchett. Pero yo no quería conocer a los españoles por los tópicos, sino por la psicología social. Durante los dos primeros meses me dediqué sobre todo a observarlos y a investigar. ‘¿Son tan diferentes, son gente exótica, apasionada, proclive a los arrebatos emocionales?’, me pregunté. ‘¿Es cierto eso de que Spain is different, el lema turístico del régimen? ¿Hasta qué punto?’ Después de dos meses llegué a la conclusión de que, fundamentalmente, los españoles son gente normal. Con ciertas características o peculiaridades, sí, como cualquier otro pueblo. Pero no más”, razona.
En la España de finales de los 60 y comienzos de los 70 Payne entabló amistad con estudiosos como Carlos Seco Serrano o Juan Nin, "mi mejor amigo, que enseñaba en Yale pero venía a España con mucha frecuencia". En 1961 publicó su primer libro, Falange: A History of Spanish Fascism, al que siguieron varias obras sobre la Guerra Civil y la dictadura franquista. Como señala el diario El Mundo, más del 80% de su obra está dedicada a España. Y en torno al 60% a la figura de Francisco Franco con libros como Franco, el perfil de la historia(1992) o Franco, mi padre (2008), para el que contó con una fuente excepcional: Carmen Franco Polo, hija única del dictador. "Llegué a ella por azar, ya que la biografía como género nunca fue mi prioridad. Jesús Palacios –coautor del volumen– y yo le formulamos 500 cuestiones sobre todos los aspectos de la vida política y militar de Franco. Y ella trató de contestar a todas. Al principio dijo ‘no espere usted que yo hable mal de mi padre. Le tengo mucho afecto’. Pero nos aportó mucha información nueva, desde otro punto de vista. Cuando le preguntamos por ejemplo ‘¿cómo responde hoy, en otra época política, a que su padre fue un dictador autoritario?’ sentenció: ‘Aquel período de la historia fue el de los dictadores. Y sí, mi padre fue un dictador".
¿Qué opina de la exhumación de los restos de Franco?
Se ha formado una controversia alrededor de este tema que se debe una distorsión del asunto. Lo importante no es dónde está enterrado Franco. Si en el Valle, en El Pardo o en La Almudena, donde propuso en su día la familia. El Gobierno dijo que no, que era un emplazamiento demasiado céntrico. Bueno, la verdad es que si una familia española quiere enterrar los restos de uno de sus miembros en la cripta familiar, en un régimen democrático el Gobierno no tiene el menor poder para decir que no. Otra cosa es que esté bien o no que Franco esté en El Pardo. Me parece bastante razonable. Que esté en el Valle de los Caídos ha creado una cierta confusión, una imagen falsa, de que el Valle es el patio de Franco. Y no lo es. Franco no dejó instrucciones precisas al respecto y fue enterrado allí por decisión del rey y del Gobierno de Arias Navarro. Fue un error. Pero hay que respetar las leyes y los derechos. Pedro Sánchez no está dispuesto a hacerlo. Es muy voluntarista. No es justo saltarse la ley y la Constitución.
¿Qué haría con el Valle de los Caídos?
El Valle es probablemente el principal monumento en la historia contemporánea proyectado con la idea de dedicarlo a la reconciliación. No creo que pueda servir a ese deseo, sería ridículo. Hay que dejarlo como una basílica de la iglesia, que técnicamente es lo que es. Una basílica cristiana y un gran monumento histórico. No soy un talibán, estoy dispuesto a preservar los monumentos históricos por su valor artístico, sobre todo. Otra cosa son las estatuas de los dictadores. Estoy totalmente de acuerdo con quitar las estatuas de los dictadores. Las han eliminado en casi todos los países excomunistas, pero no en España. Lo que no se debe hacer es erigir nuevas estatuas a los violentos que causaron la muerte de miles de personas. A gente como Largo Caballero.
G. Payne acaba de publicar La revolución española (Espasa) sobre "la verdad más incómoda" de la historia reciente de España, las causas de la Guerra Civil. "La fuerza principal que movía España durante los años de la República fue el proceso revolucionario de las izquierdas bajo la República, lo que provocó la polarización de la sociedad. No hay un solo libro de un historiador español sobre los movimientos revolucionarios en España durante los años 30. Y esta es la verdad más inconveniente", subraya G. Payne, que en su obra explica entre otras cosas cómo fue la división en el Ejército lo que precipitó la contienda. "La idea generalizada de que los militares era todos de derechas es inexacta. En los años 20 y 30 las actitudes políticas en el ejército español ya eran más modernas, más liberales. Y había mucha división interna. Por eso la insurrección, lo que se llama -inexactamente a mi parecer- golpe militar fracasó. El ejército se dividió y eso fue lo que provocó la Guerra Civil".
¿Qué responsabilidad tienen los políticos en esa deformación?
Los políticos de la Transición lo hicieron muy bien al decir que tratar de enjuiciar o de tomar decisiones sobre la historia no era su labor, sino la de los historiadores. Sí garantizar la máxima libertad de expresión para la investigación y para la publicación de datos históricos. Suárez, González o Fraga fueron muy consecuentes con la historia. Otra cosa es el movimiento de la memoria histórica para imponer una verdad oficial con respecto a la historia, que es una cosa muy inicua. No es función de los políticos determinar lo que debe ser la historia, o crear líneas oficiales. Y aún peor: la legislación pendiente del gobierno de Pedro Sánchez, que puede establecer una especie de censura historiográfica con multas y encarcelamiento para quienes no apoyen la línea oficial, es un plan semisoviético. Es la subversión directa de la Constitución y de la libertad de expresión.
Se suele hablar de los paralelismos entre la década de los 30 y la actualidad, ¿qué opina?
Eso es, naturalmente, otra distorsión. En el año 36 había una gran polarización de la población en cuestiones políticas. Actualmente, la mayor parte de los españoles no está movilizada. No puede producirse otra Guerra Civil . De ningún modo. Bueno, se dice que el objetivo tanto de José Luis Rodríguez Zapatero como de Sánchez es el de crear un nuevo Frente Popular. Ahí puede haber un cierto paralelismo en encontrar una nueva entente, una nueva alianza de izquierdas más amplia con los socialistas y otros para garantizar una mayoría mucho más estable detrás de los socialistas. Pero la configuración de las dos alianzas es muy diferente. El Frente Popular lo conformaban revolucionarios violentos y radicales con la izquierda moderada. Esa clase de izquierda revolucionaria y violenta ya no existe, es otra cosa. Sería más bien una alianza con otras fuerzas de izquierda y con los nacionalistas. Así que la historia se repite un poco, de un modo muy diferente. Hoy, la polarización está afortunadamente limitada a las élites. No ha conseguido movilizar a la población. No existe una repetición de la España del 36.
Después de tantos años dedicado al estudio de la Historia de España, lo que más le gusta del país es… "La Historia de España", dice Stanley G. Payne. "Y estar allí con los amigos españoles. Comiendo buena comida española y bebiendo buen vino español. Estar en España es una delicia, visitar sus sitios artísticos e históricos. Ha sido un deleite y un gran placer", dice el hispanista, Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y doctor honoris causa por laUniversidad Rey Juan Carlos.
¿Por qué hay tan buenos hispanistas anglosajones?
(Risas) No sé si el adjetivo es correcto. Yo formularía la pregunta de otro modo: ‘¿Qué pueden aportar los hispanistas extranjeros a España?. La respuesta es otra perspectiva, al no estar involucrados en todos los asuntos políticos y domésticos. Una perspectiva más amplia, de un modo más comparado. Otra cosa es que cuando yo empecé en los años 50 y 60 a los extranjeros no nos afectaba tanto la censura. Teníamos una libertad par escribir, publicar e investigar con respecto a varias fuentes que no existían en España. Estábamos en una posición muy priviliegiada y pudimos hacer cosas que entonces no se podían hacer.
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