Penélope Cruz ha sido la elegida para recibir el premio Donostia en la 67 edición del Festival de Cine de San Sebastián en honor a su trayectoria. Aunque pudiera parecer que este es un reconocimiento que toca recoger al final de una carrera, lo cierto es que la de Penélope Cruz es ya tan abultada e importante que no hace falta esperar. La actriz madrileña es ya una habitual de las alfombras rojas con más glamour.
Desde los Oscar, hasta Cannes, pasando por Venecia o los Emmy. Tampoco ha faltado al festival de cine más importante que se celebra en nuestro país y, aunque no ha sido en numerosas ocasiones, sí lo ha hecho lo suficiente como para apreciar el cambio de estilo de Penélope. Desde sus comienzos hasta ser una estrella consagrada y eso es algo que también se nota en el armario.
Y si no, que se lo digan a una jovencísima Penélope Cruz que acudió por primera vez al Festival de San Sebastián en 1994, con la película Todo es mentira. Para aquella primera vez y en un momento en el que su carrera estaba empezando a despegar, apareció con flequillo y un vestido de escote halter.
Cinco años más tarde, pareció inspirarse en otra gran estrella de cine, Audrey Hepburn. Llevó un vestido de satén negro de escote asimétrico. El moño alto y el collar de cuentas negras de varias vueltas eran el toque definitivo para un look al que solo le faltaba un cigarro en boquilla y guantes largos.
Hubo que esperar media década más para ver a la protagonista de la Belle Époque. a había estrenado dos películas con Almodóvar y había alcanzado fama internacional por papeles como el de Abre los ojos, de Alejandro Amenábar, o La niña de tus ojos, de Fernando Trueba. Penélope Cruz tenía ya cierta experiencia en alfombras rojas y sorprendió en su presentación diurna con un conjunto de estilo informal en blanco y la melena suelta al natural. Un look sencillo y de lo más normal que la alejaba de ese aura de gran estrella que ya la rodeaba.
En 2012 tuvimos a Penélope Cruz por partida triple. Acudió a presentar Volver a nacer y posó de día con un conjunto de pantalón cortado al tobillo y de textura brillante y una chaqueta de punto bordada. Llevó unos zapatos de tacón altísimo con plataforma y melena salvaje.
Sorprendió después con un cambio de estilo gracias a un ajustadísimo traje de pronunciado escote y estampado de flores de L’Wren Scott. Los mismos zapatos de vértigo y una cartera en piel de color rosa fucsia. Llevó el pelo suelto y un maquillaje natural.
Por la noche cambió completamente de tercio y llevó un vestido plisado rojo de escote palabra de hono de Versace. Eligió un peinado de melena suelta pulida y recogida en un lardo. No llevó más complementos que la cartera de mano en dorado y rojo y unas sandalias de satén carmín con plataforma y tacón de aguja.
Cinco años después, en 2017, visitó por última vez el Festival de San Sebastián. Lo hizo acompañada de su marido, Javier Bardem, y en representación de la película que ambos protagonizaron, Loving Pablo. Le bastó un único look para llevarse al público de calle. Fue con un impresionante vestido dorado de lentejuelas, de corte asimétrico. Un diseño de Atelier Versace con una manga de campana, escote corazón y una gran abertura en la pierna que era puro Hollywood. Llevó en esta ocasión un flequillo postizo y el pelo recogido. Unas sandalias de tiras finas doradas y discretas joyas de brillantes.
Este último look es el escalón final evolutivo de un estilo que, como su carrera, ha llegado a lo más alto conquistando incluso a Hollywood. Un estilo que probablemente será el que más se asemeje al que lleve hoy, con muchas probabilidades de que sea un Chanel y con toda seguridad elegirá de nuevo accesorios discretos demostrando que cuando una tiene estilo, los adornos sobran.
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