Orgullosamente rurales, los pañuelos gallegos ilustrados

Dos mujeres disfrutan en el centro de la plaza de una verbena de verano. Otra da de comer a las gallinas. Una abuela, con su bata y su rebeca, espera la llegada de los nietos para darles de merendar un poco de pan con chocolate. Estas son tres de las escenas que todo aquel que haya nacido en un pueblo –o tenga uno al que volver– ha vivido alguna vez y que ahora sirven de ilustraciones a los pañuelos de Orgullosamente rurales. Esta marca, que trasciende la moda para convertirse en un proyecto de calado social, nació a finales del año pasado para visibilizar a esas mujeres que son el alma de los pueblos y que tantas veces han quedado en la sombra. Ahora Carmen V. Valiña, una joven nacida en Baio (A Coruña), las saca a la luz y las manos de la artesana textil Xiana Cobos les devuelve el color en unas ilustraciones cargadas de fuerza, nostalgia y reivindicación.

«Decidí lanzar la marca para unir mis dos pasiones: todo lo relacionado con la mujer, motivo por el cual también lancé en su momento el proyecto PeriFéricas [una escuela de feminismos alternativos] y el mundo rural, que es de donde yo vengo», cuenta a Harper’s Bazaar V. Valiña. Con sus creaciones no solo pretende reivindicar el orgullo de haber nacido en un pequeño pueblo de la Costa da Morte, sino «específicamente la figura de la mujer en lo rural». «A mí me crio mi abuela y me transmitió muchos valores. Las mujeres de los pueblos son muy activas, siempre han estado trabajando, han sostenido a sus familias y han luchado», afirma. El propósito de su proyecto, sin embargo, va más allá de reivindicar ese mundo rural del pasado y también habla del presente y del futuro. De esas mujeres que viven en los pueblos porque así lo han decidido, llevan una vida activa y «cuentan sus propias historias».

Sin embargo, ni sus pañuelos ni su marca pretenden idealizar la España vaciada. Detrás de las mujeres bailando bajo las estrellas en una noche de verano, una escena que pretende acabar con ese discurso de lástima que apunta a que «en los pueblos no se hace nada», subyace también un mensaje que rompe con los tópicos para urbanitas que rodean sus costumbres y sus gentes. «También tenemos una parte negativa. Estamos muy mal comunicados, las conexiones a internet son pésimas y, o bien estamos olvidados, o el discurso se construye desde otros lugares con cierta condescendencia o lástima. Por eso es importante dejar claro que las mujeres de lo rural elegimos conscientemente quedarnos aquí porque es lo que queremos».

Con el firme propósito de reafirmar que los pueblos son mucho más que el «lugar al que ir a pesar el fin de semana», por cada venta de sus pañuelos se destina un euro a una entidad rural. Primero fue Calo Rural, asociación de Costa da Morte que impulsa un turismo más consciente y defiende el paisaje y el patrimonio de la aldea de Calo; y ahora es Adro, centrada en la difusión de la música tradicional gallega. Y, a pesar de que el proyecto solo cuenta con unos meses de vida, su fundadora se muestra muy satisfecha con la acogida: «Cuando lo lancé pensaba que quizá llegaría solo a gente de Galicia porque los pañuelos tienen referentes muy concretos como el somier que cierra una finca en la que pastan vacas y que es algo que se ve mucho en estos pueblos gallegos. Sin embargo, me sorprende que en muchos otros lugares de España también se sienten identificados con esas escenas y su mensaje», afirma Carmen V. Valiña.

Aunque por el momento todo el catálogo está centrado en el pañuelo, prenda que remite al traje tradicional gallego y a todas esas abuelas que cubrían –algunas aún cubren– su moño canoso con pañuelos negros, en su tienda online también es posible hacerse con coleteros confeccionados por modistas de Baio. «En el caso de los pañuelos se producen en Peligros, un pueblo de Granada, porque yo quería que fueran de seda y no hemos encontrado proveedoras gallegas que los hagan», detalla la fundadora sobre su producción.

La marca ya cuenta con fanáticas que a través de las redes sociales participan incluso en los diseños. Por petición popular la firma ha ampliado el catálogo de colores iniciales añadiendo pañuelos verdes o morados, ha lanzado un pack para que madres e hijas los vistan a juego y ha creado dos modelos, el Somier y el Verbena, centrados en las escenas y temáticas favoritas de los diseños primigenios. «Mi principal objetivo es que cualquiera que se los ponga se sienta orgullosa de ser del ámbito rural o de compartir esos valores. Que puedan ser una ventana para acercarse a este mundo con otros ojos y mirarlo con una mirada más respetuosa y de igualdad». Un mensaje al que se da altavoz este 15 de octubre, Día Internacional de las Mujeres Rurales, pero que en opinión de la gallega hay que visibilizar todo el año: «Las mujeres son un sostén muy importante no solo para actividades rurales como la agricultura, sino para crear proyectos nuevos en el entorno rural. Y eso hay que celebrarlo cada día».





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