Crítica de ‘Rainbow’: el musical de Paco León inspirado en el Mago de Oz

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    La película de Netflix Rainbow es un casi-musical inspirado, reflejando y/o tomando prestado El Mago de Oz. La película es un híbrido entre un rock-musical como Pink Floyd: The Wall, fantasías de realismo mágico, sagas de viajes por carretera y drama surrealista. Parece un experimento arriesgado para el director/co-guionista Paco León, pero tal vez dé sus frutos.

    A veces todo está sincronizado para Dora (Postigo). Camina por la ciudad y la música que escucha une los pasos y los movimientos y el trabajo de todos los que la rodean. Es su 16º cumpleaños y para celebrarlo come tarta con su padre, que la ha criado sin ayuda desde que era un bebé. Viven en una casita de campo que parece que podría ser arrastrada por un tornado cuando se desata una tormenta. En lugar de eso, Dora pregunta por su madre, a la que nunca conoció, y acaba triste y desilusionada y enfadada con su padre, y luego se aleja con su perrito Toto mientras un tornado gira en el fondo. Su búsqueda: Encontrar a su madre.

    El destino, o lo que sea, pone a Dora en compañía de Coco (Carmen Maura), una mujer desagradable y maltratadora cuyo marido es el rey de una fortuna de la moda, y de su hermana Maribel (Carmen Machi), que dice ser la abuela materna de Dora. El anciano muere y se dispara una pistola, o quizá no en ese orden, quién puede decirlo, estaba en un estado precario antes de que se disparara la bala, y Coco rápidamente señala a Dora como la asesina. Es mentira, por supuesto. Pero Dora se da a la fuga de todos modos. Se encuentra con Muneco (Ayax Pedrosa) en una chatarrería, actuando como un tonto despreocupado. Él se une a ella. Se encuentran con José Luis (Luis Bermejo) al borde de un acantilado, contemplando un salto fatal. Se une a ellos. Se encuentran con Akin (Wekafore Jibril) en una fiesta, donde casi es golpeado por su propio hermano por ser gay. Se une a ellos.

    Es sólo cuestión de tiempo que se droguen con líquido limpiaparabrisas y vean a Michael Jackson volando por el espacio a lomos de una manta raya gigante, y que sigan un camino de baldosas amarillas, con destino a Capital City, donde supuestamente vive la madre de Dora. Cabe destacar que Muneco hace un comentario sobre su falta de corazón, que José Luis tiene una prótesis en la pierna y que Akin acaba mostrando algunas tendencias de gato grande. Hay repentinos estallidos de canciones aquí y allá: «Últimamente, la música me hace algo raro«, admite Dora. Mientras tanto, Coco y Maribel discuten. Coco revela que está embarazada, lo cual es una locura, porque tiene 80 años. No os preocupéis, al final todo se arreglará, más o menos.

    ‘Rainbow’: crítica de la película de Paco León

    El acto final de Rainbow ofrece finalmente un momento en el que unos cuantos engranajes argumentales extrañamente dispares encajan. Llega muy tarde, pero sigue siendo tarde. La película avanza con un extraño ritmo de tira y afloja, en el que nos mantiene a distancia con una surrealidad fuertemente simbólica y nos atrae con momentos tiernos y vulnerables. Podría funcionar mejor con un personaje principal más carismático; la dinámica de empujar y tirar también se aplica a Dora, una presencia mayoritariamente pasiva a la que simplemente le suceden muchas cosas, excepto cuando la trama necesita un empujón hacia adelante, y ella aprieta el acelerador y nos recuerda que está intentando encontrar a su madre. Tal vez una actuación más carismática podría haber unido la miríada de elementos tonales y visuales de la película; tal vez es una petición demasiado grande para un joven talento que protagoniza su primera película.

    Sin embargo, la película muestra ráfagas de verdadera inspiración: en su mejor momento, es una celebración multicultural y colorida con secuencias musicales y de fantasía dirigidas con dinamismo. Y, al igual que Oz, es una historia de madurez con algunas observaciones agudas sobre la juventud y la identidad. En un momento clave, Dora aprende de la «bruja buena» Maribel que el crecimiento se produce cuando uno aprende a vivir con todas las cosas terribles del mundo. Eso incluye la comprensión de que algunas preguntas que uno tiene no tendrán, ni pueden tener, respuesta. Esta película suscita más de una de ellas, para bien o para mal. Sus misterios y curiosidades, sus asombros y desconciertos, muestran una apertura a la experiencia y la experimentación que es admirable, aunque no siempre funcional.

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