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Ha sido ser expulsado Yulen de ‘Supervivientes’ y comenzar el nuevo show de Anabel. Como el pantodrama de novia doliente doliente a la que han separado de su nuevo churri tiene un corto recorrido, ahora ha echado mano de la artillería pesada sacando a relucir a su mediática familia para generar contenido de último recurso en vista a la final del concurso. De repente, mi compañera Anabel Pantoja no puede vivir sin la tarta de cumpleaños que le prepara su Tito Agustín, y sin la fiesta que le organiza su tía Isabel, como si en vez de 36, la niña estuviera cumpliendo 5 puñeteros años.
Y para no dejar ningún fleco suelto, nada mejor que dedicar un escalón del puente de las emociones al conflicto familiar con su primo Kiko Rivera. Vamos, un Sálvame Naranja en toda regla. Porque esa es la realidad: si a mi compañera le arrebatan la baza de su nueva historia de amor televisada tras su reciente fracaso matrimonial, el único contenido que aporta al reality es el mismo pescado congelado que llevamos consumiendo desde hace años.
«El pantodrama de novia doliente de Anabel tiene un corto recorrido»
No hay más que escuchar las razones que daba su amigo Juan a la audiencia por las que Anabel debe pasar a la final: por haber adelgazado tanto y haberse dejado cortar parte de su melena a cambio de una hamburguesa del tamaño de su cabeza. Se me ponen los pelos como escarpias al recordar semejantes hazañas sin precedentes…
«Los Nachos están que se salen»
Por su parte, Nacho Palau sigue dándolo todo para intentar demostrar a la audiencia que es un justo ganador. Tanto, que esta semana se ha dejado parte de la cabeza en una de las pruebas terminando con tres puntos de sutura. Y aun así, con la frente abierta, sangrando y llena de barro, pretendía seguir luchando en el juego. No hay duda de que valor y ganas no le faltan.
Mientras, Ignacio Borbón sigue siendo la diana a la que apuntan todos sus compañeros y cada vez tengo mas claro que eso es justo lo que él quiere, busca y necesita. En un principio sí se basó en un todos contra uno, atacando en manada al eslabón más débil. Un anónimo sosaina, de apariencia frágil, de solo 21 años y con apellido Borbón. Un cóctel que, de primeras, invitaba al rechazo en un programa de supervivencia y al que Nachito ha sabido sacar partido.
«Ignacio de Borbón es un hacha. Nadie se hace con el collar de líder en 7 ocasiones por casualidad»
Estoy seguro de que estas semanas de concurso le han servido sobre todo para coger la medida a cada uno de sus contrincantes. Y no para batirse en duelo con ellos y fulminarlos en las pruebas. No, eso lo hace con los ojos cerrados desde el comienzo de la edición, por mucho que traiga a sus compañeros por el camino de la amargura y sean incapaces de reconocerlo. El chico es un auténtico hacha. Nadie se hace con el collar de líder en siete ocasiones por suerte.
Pero en lo que está despuntando es en desquiciar por completo a sus compañeros delante de las cámaras sin mancharse las manos. Si se tumba, si se levanta, dónde se sienta, el tamaño de la cuchara, la cantidad de coco… Aparentemente cosas sin importancia, pero si has observado detenidamente a tu enemigo puedes conseguir que un simple gesto desate el caos sin necesidad de meterte en el barro, dejando que cada cual caiga por su propio peso, como en el caso de la reciente expulsada, Ana Luque. Y en eso Ignacio se ha hecho todo un experto mientras la audiencia se compadece de él como una pobre víctima. Un plan casi perfecto.
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